Eva Díaz Pérez. Periodista y escritora

"Me aburren las novelas históricas, están anquilosadas en el siglo XIX"

  • La escritora sevillana da "una vuelta de tuerca" a los relatos de época con 'El sonámbulo de Verdún'.

Es el 12 de junio de 1916 y el soldado Jaroslav Smoljak está a punto de morir en una trinchera francesa en Verdún llena de barro y sangre, pero él no lo sabe. No sabe que una bala ha sido disparada desde el lado alemán, que "vaga solitaria entre el humo, los gritos y las bombas", que su trayectoria concluirá al impactar contra su frente y atravesar su cerebro. La nueva novela de Eva Díaz Pérez arranca con esta promesa de muerte y espanto, un instante que la periodista y escritora sevillana dilata en el tiempo para convertirlo en el eje de referencia de una narración que saltará, con la libertad total que ofrece la literatura, hacia atrás y hacia delante, para recorrer finalmente toda la Europa del siglo XX.

"Su verdadera protagonista es Europa", dice la autora sobre esta novela editada por Destino, una obra que supone el comienzo de una nueva etapa en su proyecto literario, siempre ambicioso -"parezco Wagner, con tanta trilogía y tetralogía", bromea ella- y siempre interesado en esas zonas de sombra del pasado que nos explican en la misma medida en que nos cuestionan. Y es que después de su tríptico sobre "la España que no pudo ser", conformada por Memoria de cenizas, Hijos del Mediodía y El Club de la Memoria, esta última finalista del Premio Nadal en 2008, a la escritora le apeteció cambiar de territorio y de tradición.

"Quería reflexionar sobre qué es Europa y hacia dónde va. Y yo creo que va sonámbula, sin certezas, perdida, como si no le hubiera servido de nada su propia historia. No hay más que verla en estos momentos: mediatizada por los mercados, olvidada de su cultura", afirma Díaz Pérez, que quiso remontarse justamente a los días de la Gran Guerra porque fue a partir de ese momento, dice, cuando de verdad "empieza a escribirse nuestra historia contemporánea". Una elección que no obstante comportaba "un riesgo", admite, porque a muchos podrá parecerle una época "muy lejana", a pesar de que en ella se encuentra el germen de "los errores del siglo XX", insiste.

En cualquier caso, que nadie espere encontrarse con una novela histórica o de época al uso, advierte. "Me gustan las novelas sobre el pasado, es evidente, y en mis novelas ese interés está muy presente. Pero literariamente me aburren. Me acerco a muchos libros porque me interesa el tema... y cuando llevo 20 páginas ya estoy cansada. El de la novela histórica me parece un género anquilosado en el siglo XIX y eso me rebelaba", confiesa la autora, que por esta razón, para ser consecuente, decidió imprimir a su relato "una vuelta de tuerca arriesgada pero creo que necesaria". Se refiere al narrador de su novela, una voz burlona y escéptica ante los artificios narrativos de los que ella misma se sirve, por lo que acaba imponiendo -señala la escritora- esa famosa distancia brechtiana; una voz que "está todo el rato interpelando al lector", que "parodia" los lugares comunes de las novelas históricas y que cuestiona además los mecanismos por los cuales la Historia va transmitiéndose hasta cristalizar en un discurso institucionalizado. Todo ello, asegura la autora, para no ahuyentar "al lector contemporáneo, que no cae ya en las ingenuidades del género".

Y bien pensado, continúa, Viena y Praga también son a su manera "protagonistas" de esta historia de "atmósfera centroeuropea", ciudades que son iconos superlativos de esa parte del continente que siempre le pareció "la que es más Europa", un territorio también literario construido con las aportaciones de Joseph Roth, de Robert Musil, de Franz Kafka, nombres fundamentales para entender el tono de El sonámbulo de Verdún y la educación sentimental misma de su autora, fascinada también con Hašek, Wittgenstein, Broch, Canetti o Bernhard. Viena, aquella Viena -retoma la autora-, era para ella el "mundo decadente, el fin de siècle, ese mundo de ayer que retrató Stefan Zweig", mientras que en Praga veía más bien a "la niña mala del Imperio [Austrohúngaro], la que se reía de todo ese pasado, la ironía eslava, ese puntito perverso".

En esos escenarios se moverán los cuatro principales personajes de la novela, unidos por el azar, por "hilos invisibles" que sólo llegarán a percibir los lectores. Son el ya citado Jaroslav Smoljak, desertor del ejército austrohúngaro, hijo de un marionetista, criado en la bellísima Praga de 1890; Klaus Werger, periodista en el Archivo de Guerra de Viena, un guiño a Zweig, que trabajó allí, y una buena excusa para explorar "esa literatura que se ponía al servicio de la guerra y la propaganda y que, incluso siendo bellísima en algunos casos, tan sólo contaba la vieja mentira de morir por la patria, cuentos de valerosos soldados"; el tercero es Fritz Wolf, artista del accionismo vienés obsesionado con firmar La Gran Obra sobre la Gran Guerra, un personaje que resume todo ese arte de entregueras que fue "hijo de la pesadilla" de la Primera Guerra Mundial; y por último está Libuse, una adolescente que vive en la Praga futura -la novela llega hasta el año 2001- y que se topará por casualidad, rebuscando en una vieja casa, con una serie de extraños objetos que la invitarán a volver la mirada atrás.

Este primer viaje literario a la Mitteleuropa -que presentará mañana en la Biblioteca Infanta Elena dentro del ciclo Letras Capitales del CAL- tendrá su continuación en una próxima obra que estará ambientada en Venecia y Trieste, donde vive precisamente Claudio Magris, uno de los más célebres enamorados de esta tradición. "Me apetece quedarme un tiempo en Europa", sonríe la escritora, que quiso mostrar en un blog (www.elsonambulodeverdun.blogspot.com) algunos de los documentos y materiales que reafirmaron su pasión por esos territorios.

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