Vía Augusta
Alberto Grimaldi
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Hace ocho años que Javier Serrano trabaja en la recepción de Fepamic, un empleo que, literalmente, le cambió la vida. Con 14 años, este barcelonés de padre baenense se quedó sin movilidad en las piernas debido a una enfermedad congénita no diagnosticada.
Javier tenía muchos dolores de espalda, pero el traumatólogo lo achacaba a una escoliosis porque tenía una cadera más alta que la otra. El 1 de febrero del 2001, saliendo del instituto, una vena de la médula espinal le reventó y "las órdenes del cerebro dejaron de pasar a las piernas". Perdió la movilidad y la sensibilidad en el acto.
En plena adolescencia, esta nueva realidad hizo que se encerrase en su propio mundo, que era su habitación, del que "no tenía manera de salir". "Tenía muchos miedos", pero después ha descubierto que "los miedos están en tu cabeza".
A pesar de que iba a terapia psicológica, la única forma de escapar de ese bucle y de ese duelo era venirse a Córdoba, la tierra de su padre que él conocía porque bajaba desde Barcelona varias veces al año, y cambiar de vida. Aquí llegó en marzo de 2017 con su madre -su padre había fallecido en 2008 por ELA- y tres meses después encontro trabajo en Fepamic.
Ahora da charlas a niños y adolescentes, a los que les pide que no se pongan "barreras en la cabeza, porque ellos son su propio lastre, su propio miedo". Él era una persona "muy tímida, muy introvertida en esas edades", explica, "y gracias a este cambio que me ha dado la discapacidad y lo que me pasó, soy totalmente opuesto, mi mente se ha abierto".
"La discapacidad me ha obligado a transformarme, a dar una mejor versión de mí mismo, a ser otra persona, a ser diferente. Se lo digo muchas veces a los niños, yo soy un camaleón", explica Javier. "Gracias a lo que me ha pasado, soy una mejor persona, soy otra persona totalmente diferente", incide.
En ese sentido, manifiesta que no sabe "cómo hubiera sido ese Javi sin la silla, pero hubiera tenido muchos prejuicios, hubiera tenido muchos vicios, como yo digo; ahora esos vicios se han olvidado, se han quedado atrás, y soy otra persona".
Su primer trabajo en Fepamic fue en la residencia, donde conoció a personas que estaban gravemente afectadas. Eso le hizo ver que hay gente "que está mucho peor, pero que con una sonrisa lo esconden todo, te lo agradecen todo". Llegó a sentirse "necio" por las "barreras" que había creado su mente.
"Voy en silla de ruedas, que tengo una discapacidad, pero yo soy muy feliz. Antes, con 14 años, yo no era feliz", confiesa Javier, que ahora tiene 37 años.
Empezar a trabajar le supuso "libertad, saber que podía hacer algo, una superación porque entendí que estaba capacitado, comencé a autoconvencerme de que yo podía hacer esto y más", resalta. Estas experiencias vitales también lo han enseñado darle valor a las cosas que realmente lo merecen y no pararse en "tonterías". Para él, lo importante es "la calidad humana, lo sencillo y lo práctico".
Otro de los problemas que las personas con discapacidad suelen encontrarse es la falta de accesibilidad. En este sentido, Javier destaca que "ha habido un gran cambio en Córdoba", sobre todo en los últimos tres años con respecto a los pasos de peatones, en los que se está sustituyendo los adoquines por baldosas podotáctiles.
Según su experiencia, queda mucho por hacer en los comercios, donde a veces las personas con silla de ruedas tienen que entrar "por el almacén" y los mostradores no están adaptados. "La concienciación todavía cuesta", asevera, por ejemplo en el tema de los aparcamientos para personas con movilidad reducida, que se ocupan por coches que no tienen tarjeta. "Haría más pedagogía a nivel de concienciación social", concluye.
Mercedes Hermoso tiene 36 años y lleva 15 trabajando en Fepamic, donde entró muy joven a través de unas prácticas a las que siguió un voluntariado. Después, la llamaron para empezar a trabajar. Comenzó como auxiliar administrativo y ha pasado por varias áreas hasta ocupar un puesto en el Departamento de Recursos Humanos. De hecho, mientras trabajaba se sacó el grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos por la Universidad de Córdoba.
En el caso de Mercedes, su discapacidad ha sido adquirida ya que con siete años pasó una meningitis que le causó varios problemas de salud. Uno de ellos fue en la rótula de su pierna derecha, que quedó destrozada. Con ocho años pasó por una intervención que en aquel momento fue innovadora en la que le injertaron diferentes tejidos para que pudiera volver a caminar.
La otra consecuencia fue que sus riñones sufrieron un gran daño y con nueve años se sometió a un trasplante. Y hasta el día de hoy, porque Mercedes ha hecho una via normal, al margen de tomarse los medicamentos para el rechazo del órgano que toman todas las personas trasplantadas. Hace 27 años de su operación y se encuentra tan bien que a veces hasta se le olvida su situación.
Para ella, entrar a trabajar en Fepamic fue "una buenísima decisión" que ha supuesto "cambiar toda mi trayectoria porque en ese momento no tenía pensado hacer una carrera y el hecho de entrar y contagiarme de esa profesionalidad me vino genial para valorar el seguir evolucionando, seguir aprendiendo más hasta llegar a la situación actual". "Tengo mi carrera, mi título y puedo ejercer mi profesión", finaliza Mercdes.
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