Falsas inundaciones, cruces y secuestros
Administradores concursales relatan las curiosas historias que se encuentran a diario en las empresas


Cuando una empresa solicita el concurso de acreedores es porque ha tocado fondo. Las deudas se le acumulan y no puede pagar a los proveedores, los bancos, Hacienda, la Seguridad Social o a su propia plantilla. En muchos casos, la gestión no ha sido necesariamente deficiente sino que la compañía se ha visto arrastrada por la crisis económica y no ha podido resurgir. En otras ocasiones, los propietarios sí han tomado malas decisiones o, directamente, han actuado de forma casi delictiva. Cuando se declara el concurso, crece la tensión en las empresas y, en medio de todo este fregado, aparece el administrador concursal, un experto designado por el juzgado mercantil que intentará reflotar la compañía de la mejor forma posible.
Como pueden imaginar, los administradores se encuentran de todo en las empresas y, pese a que muchos llevan años en esta labor, ha habido historias que les han sorprendido. Daniel Pastor ha administrado concursos en empresas andaluzas conocidas y recuerda varias anécdotas que le llamaron especialmente la atención. En el caso de una de ellas señala por ejemplo que los trabajadores llegaron a retener a uno de los administradores durante una hora y media en el interior de la fábrica. "Los empleados estaban muy enfadados con la empresa y uno de los administradores solía ir por allí para tomar café con ellos y calmar los ánimos. Lo que no se podía imaginar es que un día los trabajadores le retuvieron dentro de la fábrica, entre pollos y jamones, y le dijeron que no saldría de allí hasta que no se resolviera la situación", comenta Pastor. Tuvo que ir la Policía a poner orden. Cuando se decretó el cierre de la factoría, los administradores acudieron casi de camuflaje junto a los agentes para proceder al cierre. Sin embargo, en cinco minutos se personó toda la plantilla e impidieron la clausura "por lo que tuvimos que llamar al juez y nos dijo que intentáramos ir otro día".
En ese caso, al menos, la fábrica seguía allí. No pasó lo mismo con un concesionario de vehículos que fue declarado en quiebra por el juzgado. "Los administradores fuimos a tomar posesión de la nave y estuvimos una hora buscándola. Al final solo encontramos el solar en el que estaba. Se lo habían llevado todo. Trocearon y desmontaron el edificio con habilidad hasta el punto que no quedaron ni los tornillos", rememora Pastor.
Este administrador aún recuerda cómo la fábrica de Vitelcom, en el Parque Tecnológico de Andalucía, en Málaga, apareció llena de cruces pintadas por los empleados en señal de duelo por el cierre de una empresa que, durante un año, fue el motor del PTA. También señala que el interior estaba vacío y había material roto.
Una de las anécdotas más curiosas se produjo en un club de fútbol. Dicho equipo intentó contratar a un jugador portugués a última hora. El mercado de fichajes se cerraba a las 00:00 de un 31 de enero y había cierta tensión. Llegó el transfer del jugador, pero no venía acompañado de fotografía, un elemento exigido por la Liga de Fútbol Profesional. Para intentar hacer el fichaje, el club envió por fax el transfer y una fotografía de otro jugador. "Pensaban que igual colaba porque la fotografía en el fax no se veía bien y el jugador era negro como el fichaje que se iba a hacer, pero nos llamaron desde la Liga diciéndonos que eso era un cachondeo y no hubo fichaje".
El abogado y administrador concursal Miguel Marqués destaca especialmente la picaresca a la que recurren algunos empresarios para que los administradores no descubran los desfases de su contabilidad. Este experto recuerda que un empresario les comunicó que había habido una fuerte inundación en su municipio y que, curiosamente, toda la documentación había quedado destruida entre el agua y el barro. Intentaron incluso demostrarlo con un acta notarial con fotografías en las que se apreciaba cómo estaba todo en un estado lamentable. "No obstante, decidimos visitar las oficinas, comprobando que el único sitio de los alrededores donde había señales de inundación era la nave de la empresa concursada, pudiendo confirmar más adelante que para ello el empresario había hecho un aporte de tierra y una manguera de agua, procediendo a crear un barro espeso para dar la impresión de que había sido consecuencia de las inundaciones del pueblo, ocurridas en una zona muy distante de las dependencias de la empresa", señala.
En otro momento le pasó algo similar, pero en lugar de simular una inundación, fingieron un supuesto robo de la documentación. Los administradores fueron a visitar la oficina de una promotora y al llegar se la encontraron cerrada. "Nos dijeron que, sorpresivamente, cuando fueron a entrar en sus oficinas se encontraron con que habían cambiado la cerradura y se habían llevado toda la documentación de la sociedad, por lo que habían tenido que presentar una denuncia ante la Guardia Civil", comenta Marqués, quien subraya que, al final, el propietario de la oficina les comunicó que los dueños de la promotora resolvieron el contrato de alquiler unos días antes y habían desalojado el local.
La administración concursal es un mundo. Hay que hacer un informe en el que se detallan todos los bienes de la sociedad y cuáles son sus acreedores. Si éstos no están conformes lo impugnan y hay que estudiar caso a caso en el juzgado. A eso hay que sumarle la gestión de la compañía. Rubén Candela, asesor fiscal y administrador, lamenta que la inmensa mayoría de los concursos acaba en liquidación pese a que se hacen todos los esfuerzos posibles. "El principal proveedor aumenta los márgenes de forma importante durante unos años, los caseros rebajan los alquileres, el personal los sueldos, la deudora, dentro de sus posibilidades, aporta fondos complementarios, el administrador concursal contribuye a orquestar todo lo anterior... Se formula un plan de viabilidad, se propone un convenio, se deposita ilusión, se lleva a junta de acreedores y llega la Agencia Tributaria con un 56% de los derechos de voto y se opone. Los trabajadores se quedan en el paro, la deudora arruinada, los acreedores también, muchos oportunistas beneficiados por la liquidación y por supuesto, la AEAT no ha cobrado ni cinco". Los juzgados mercantiles tienen ahora cientos de concursos abiertos y miles de historias internas en cada uno de ellos.
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