Campiña Sur

Coronavirus: Montilla inicia un cierre de dos semanas por la alarmante expansión del covid-19

Una valla dirige hacia el auto covid en la avenida de Andalucía en Montilla.

Una valla dirige hacia el auto covid en la avenida de Andalucía en Montilla. / Ángel Robles

Montilla ha vuelto a echar el cierre durante 15 días, y la cuesta de enero será mucho más empinada que de costumbre para bares, restaurantes y comercios, acostumbrados a recibir a vecinos de toda la comarca, que mayoritariamente también han quedado enclaustrados en sus términos municipales. Montilla, que ya sufrió un verano al límite, comprueba ahora en primera persona la virulencia de la tercera ola del covid-19, aunque parecía que este momento no iba a llegar: "Salvo para cuestiones imprescindibles, la mejor opción que tenemos es quedarnos en casa", ha advertido el alcalde, Rafael Llamas (PSOE).

Aunque no alcanza los valores extremos de Pozoblanco, Peñarroya-Pueblonuevo o Torrecampo, que ahora mismo se puede considerar el epicentro de la pandemia en Córdoba, la tasa de contagios se ha disparado también en la última semana, hasta los 774,3 casos por 100.000 habitantes. Es el resultado de sumar 177 positivos en apenas 14 días, de los que 114 se han diagnosticado desde el miércoles pasado. La curva, por tanto, no ha llegado a su cima.

Con esas cifras, a las 00:00 de este miércoles el término municipal ha quedado clausurado, como manda el protocolo de la Junta de Andalucía para todos aquellos núcleos que superan la barrera de los 500, el límite del llamado "riesgo extremo". Se trata más bien de un castigo virtual, como es casi todo desde marzo del año pasado con la nueva normalidad, pues lo cierto es que nada impide entrar o salir de Montilla salvo algún control aleatorio de la Guardia Civil o la Policía Local. Más echa para atrás la obra de reposición de suministros y de arreglo de los acerados en la Puerta de Montilla, acceso natural a la población desde Córdoba: hay locales que llevan aprisionados varias semanas sin que el virus tenga nada que ver, y los operarios son tan eficaces cortando el tráfico como las patrullas policiales.

Ahora, en la cresta de la tercera ola, con la localidad ya cerrada, el Ayuntamiento ha acordado "ampliar la presencia de Policía Local en actividades de control" de las medidas vigentes, ha advertido el alcalde. Las patrullas velarán por el cumplimiento del cierre perimetral y de los horarios de actividades económicas, y lo harán "en colaboración con el resto de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado". Entre el 20 de diciembre y el 25 de este mes de enero, con las fiestas navideñas entre medias, caldo de cultivo de la situación actual, los agentes pusieron 33 denuncias por quebrantar el toque de queda y 13 por incumplimientos del uso de la mascarilla, según los datos facilitados por el Ayuntamiento. El negacionismo, como el virus, sigue campando a sus anchas.

La terraza del Garnelo, recogida. La terraza del Garnelo, recogida.

La terraza del Garnelo, recogida. / Ángel Robles

Las luces de Navidad aún cuelgan de los árboles de la avenida de Andalucía. Son como la resaca de una fiesta que terminó mal, a la que no se debió ir. A las 18:00, como obliga la norma de la Junta de Andalucía, los bares y las cafeterías echan las persianas y las luces de los comercios se apagan hasta el día siguiente. Queda entonces un desierto alargado entre el paseo de los Mercedes y la plaza de la Rosa, pues mucho antes de que den las 22:00, momento del toque de queda, Montilla es ya una ciudad vacía. Pequeños grupos que salen a caminar hasta el Parador o hasta el hospital de Pascual, gente que pasea al perro en silencio, otros que se acercan a la farmacia o a la basílica de San Juan de Ávila, una de las pocas puertas abiertas que queda al anochecer. Poco más se puede hacer.

Una patrulla de la Policía Local queda apostada en la esquina entre la Puerta de Aguilar y la avenida de Andalucía a eso de las 19:00. Meses atrás, cuando la fiesta no tenía más límite que el cansancio, era el punto álgido de la movida en el municipio. Pero el Garnelo o El Enganche son ahora cada tarde una pila de mesas y sillas amontonadas junto a la acera.

Ocurre lo mismo en el bar Hisa, un clásico de cervezas y tapas, favorito para muchos donde alargar la sobremesa. "La cosa no va muy bien, y ya no es el cierre perimetral, sino que la gente no sale por miedo", lamenta Manuel, un trabajador del local. "La Navidad ha ido muy bien gracias a la terraza, pero ahora llevamos unas semanas bastante duras", explica. Durante las fiestas, "se vio de todo", reconoce: "De manera mayoritaria, el 80% de la gente cumple las normas de forma escrupulosa, pero hay a quien hay que llamarle la atención". 

En los últimos días, en los grupos de Whatsapp se han viralizado las fotos de las hileras de coches que esperan su turno para hacerse la PCR en el auto covid de detrás del ambulatorio, en pleno centro, detenidos en la plaza Dolores Ibarruri, donde por la tarde también se amontonan mesas y sillas recogidas. Unas vallas amarillas que ya forman parte del mobiliario urbano anuncian el recorrido correcto, y desde la terraza de la cafetería Jama, mientras se mojan los churros en el café, se contempla la procesión a pocos pasos. Es uno de los cambios que el SARS ha introducido en casi todos los municipios: la ruta hacia la PCR. El auto covid no es más que un par de casetas de lona de franjas blancas y verdes, similares a las que el Día del Vecino amparan a las asociaciones, tal vez una de ellas. Dentro espera una enfermera con un hisopo y una solución química que lo decide todo.

Un cartel de #Remontamos en un paso de peatones. Un cartel de #Remontamos en un paso de peatones.

Un cartel de #Remontamos en un paso de peatones. / Ángel Robles

El cartel de la campaña #Remontamos, con la que el Ayuntamiento predijo la recuperación de la localidad allá en junio durante un fogonazo de libertad entre olas del SARS, desapareció hace semanas de la entrada de la Puerta de Aguilar, donde lucía de acera en acera, casi como una broma, precisamente donde ahora se acumulan las mesas y las sillas apiladas.

El rótulo puede verse y pisarse si se quiere en algunos pasos de peatones, pintado sobre el asfalto. Poco a poco se desdibuja, y mientras tanto el virus se entretiene en embestir en oleadas sucesivas con total tranquilidad aquí y en los otros 53 municipios de Córdoba que ya están cerrados como Montilla. Ahora se espera a la cepa británica. Y llegará, advierten los expertos, aunque se cazará tarde, como siempre. Cuando esté tomándose unos vinos en la plaza de la Rosa, los rastreadores vendrán por Montemayor.

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