De traca

No termino de entender esta pulsión procesionante que desborda los más elementales parámetros de la cordura

Yo fui uno de los que asistió a las sesiones del Congreso Internacional de Hermandades y Religiosidad Popular de 1999, celebrado en las naves de la Catedral, donde se desarrollaban mesas redondas con ponentes de todo el mundo. Como todo congreso, aquello tuvo sobre todo un aire científico y profesoral, con el colofón de la coronación canónica de la Virgen de la Estrella, de cuya vibrante celebración recuerdo sobre todo el emocionado abrazo de su querido hermano mayor con el recordado Fray Carlos Amigo.

Ahora se anuncia para el año próximo un nuevo congreso sobre la misma materia, y su comisión organizadora, con el refrendo del Arzobispo, ya prepara una procesión magna en la que participarán las imágenes devocionales más significativas no ya sólo de la ciudad, sino incluso de la provincia, lo nunca visto. Doctores tiene la Iglesia, valga la redundancia, pero no siendo yo precisamente sospechoso de militar en ningún movimiento iconoclasta, no termino de entender esta pulsión procesionante que desborda los más elementales parámetros de la cordura.

Para empezar, la propia celebración en sí va mucho más allá del evento que pretende abrochar, tanto que corre el riesgo de minusvalorarlo y dejar en un segundo plano lo mucho y enjundioso que allí se va a exponer. Visto así, la esperada traca, más que final, será inicial, y amenaza con condicionarlo todo. Incide además en un comportamiento que causa cierto desconcierto incluso en los propios cofrades, cual es potenciar las salidas procesionales por cualquier efeméride o circunstancia, sin atender demasiado al fin para el que fueron concebidas. Por no hablar de los problemas de logística y organización en pleno puente de la Inmaculada para una ciudad bastante maltratada ya por el turismo, y de cierta apropiación de lo colectivo que parece ignorar que hay muchas más Sevillas aparte de la cofradiera.

Pero lo verdaderamente preocupante es que no se sabe muy bien qué se pretende con todo esto. ¿Una manifestación del poder de lo religioso ante una sociedad cada vez más secularizada? ¿La supuesta evangelización de quienes pueden rezarle a las imágenes cualquier día en sus magníficas iglesias? No dudo de la mejor intención de los que han participado en la decisión, pero no parece que esté muy en consonancia con lo mejores valores de lo que se pretende ensalzar, la religiosidad popular, al menos como algunos la veníamos entendiendo.

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