La esquina
José Aguilar
¿Quién decide de qué toca hablar?
Paisaje urbano
Unos señores condenados por el Tribunal Supremo por intentar subvertir la legalidad vigente, malversando el dinero público y provocando una violencia inusitada, le tuercen el brazo al Gobierno hasta lograr, mediante una negociación llevada a cabo fuera de España con absoluta nocturnidad y alevosía, una ley de amnistía que será votada por una mayoría parlamentaria que ni siquiera conoce el texto, y con la oposición constatada de gran parte de la población. Esta barrabasada ética y jurídica, negada hasta hace un cuarto de hora por sus propios promotores, es por lo visto un modelo de concordia y reconciliación.
La parte guay del Gobierno promueve una nueva ley Trans, sin que nadie se lo pida, por lo que cualquier persona, sin tratamiento hormonal alguno ni justificación previa, puede plantarse ante el Registrador Civil y solicitar el cambio de sexo, de tal manera que a partir de ese momento sea considerada mujer pese a tener los cromosomas y atributos del hombre (o al revés). Así, nos encontramos con un tío con toda la barba (literalmente) que sin embargo se manifiesta mujer, y como tal quiere ser considerado/a, pero eso sí, sin cambiar ni su nombre ni su aspecto. Para colmo, dice que es mujer, pero lesbiana, porque a él (o ella) lo que le gustan son las mujeres. Lo que se dice un artista.
Desde todas las trincheras posibles, en estas fechas primeras de marzo se nos bombardea con todo tipo de consignas feministas. Se nos repite, y yo estoy de acuerdo (no hay más que ver las notas en la universidad y la proyección de las principales oposiciones) que el futuro tiene nombre de mujer, y que el heteropatriarcado es cosa del pasado. Sin embargo, sabemos por los expertos que muchos jóvenes de hoy responden a un estereotipo machista, incluso mayor que en nuestra época. Por no hablar de la maltrecha educación pública, cuyo retroceso en beneficio de la privada no hace más que aumentar, pese a lo que diga la propaganda.
La otra noche, en la agradable velada que siguió a la conferencia chestertoniana de nuestro Enrique García-Maiquez, algunos amigos hablábamos de todo esto a propósito de la frase del célebre escritor inglés, cuando decía, hace cien años, que “llegará el día en que habrá que sacar la espada para defender que el pasto es verde”. Mucho me temo que ese día ha llegado. Hasta el mal estudiante de matemáticas que fui tenía claro que dos y dos siguen siendo cuatro.
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