
Tribuna
Juan Luis Selma
Alimentar el amor
La Rayuela
Del mismo modo que en la sede socialista del Ferraz se ha descolgado de urgencia un cuadro en el que Santos Cerdán aparece celebrando una noche electoral junto a Pedro Sánchez, miles de militantes y cargos locales han corrido estos días a revisar sus perfiles en redes sociales para eliminar –o recortar– fotos en las que aparece el protagonista del último informe de la UCO para el caso Koldo y Ábalos. Era un hombre que solía aparecer de forma discreta pero que casi siempre estaba ahí, en primera fila de gran parte de las reuniones y congresos donde se han decidido cargos y ejecutivas con su visto bueno.
También los hay, bastantes, que han desempolvado viejas fotos con Edu Madina, el “resentido”, como lo llama el ministro Óscar Puente. Los que han publicado esa imagen no necesitaban añadir nada más, pero alguno que ha querido ser específico decía: “¿Y si no fueron sólo dos votos? ¿Cómo sería la historia ahora?”.
Salir del atolladero de la corrupción en el PSOE no es tan fácil como borrar fotos en X, descolgar cuadros o hacer tres expulsiones. El problema de fondo es más complejo, porque hay un líder muy tocado y toda la organización, a día de hoy, está hecha a su imagen y semejanza, para seguirlo al fin del mundo, aunque éste sea un despeñadero.
Decir que Pedro Sánchez está tocado es casi quedarse corto, porque más allá de lo que digan de él sus adversarios políticos para sacar rédito del momento, la realidad es que cualquier ciudadano de a pie, incluso votante socialista, se pregunta si el presidente español miraba para otro lado o no se enteraba de nada durante años. Y ninguna de las dos posibilidades es buena.
No hay escapatoria para él a medio o largo plazo; pero sí para el partido y sus militantes, siempre y cuando estos sean capaces de romper los corsés impuestos durante años. Estos días la gente del partido quiere reivindicar las siglas y el orgullo de una formación que ha sido pisoteada por algunos comisionistas y puteros (todo en uno), a los que se les dio todo el poder. Deberían mirar hacia dentro y preguntarse cómo y quién permitió llegar a eso. Las voces críticas, los cuestionamientos y el debate son más que nunca un ejercicio de buena salud. Si en lugar de eso, se cierran filas para volver a arropar al líder y a todos los que él y su mano derecha en el partido ungieron, el futuro sí que puede ser más que incierto. Sobre todo porque ya no funciona el relato del bulo y el fango.
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