Me llamo Rosa ‘Barbie’

La Mattel, Inc. americana ha dejado de ser una marca juguetera para convertirse en una industria de la cultura popular

La del 12 al 13 de agosto será la gran noche de las perseidas, las célebres lágrimas de San Lorenzo (mártir de la parrilla y patrón de la calentura para el hetero varonil y ramplón). Habremos de fijarnos bien, porque este año las lágrimas dibujarán a la cola un rastro de combustión rosa. Y todo gracias a la película Barbie de Greta Gerwig y al momento barbiecore que vive la humanidad.

Este verano surfeamos en rosa. Vivimos una auténtica ola rosácea, lo que me recuerda, por analogía entre marejadas, al reclamo de una agencia de viajes (“Mejor una ola en el mar que una ola de calor”). De la ola rosa Barbie participan la actriz Margot Robie, la reina Letizia, la influencer María Pombo, la cantante Karol G., la momificada Carmen Lomana, la tal Victoria Federica e innúmeras tiktokers y esclavas del Instagram. Al parecer, hasta una funeraria ecuatoriana ha diseñado ataúdes color rosa para que los finados descansen como una Barbie.

La derecha ultra ha visto en la película otra sibilina apuesta de la agenda woke o postwoke. La muñeca, ahora carnal, no es ya el icono de la feminidad blanca, rubia Marilyn y un punto pavitonta. El rosa, que remite a la inocencia y al romanticismo de culebrón, ha tomado una nueva gradación simbólica. Ahora apunta al carácter, al feminismo renacido y, en buena parte, a la ruptura binaria entre el mundo celeste de la pilila y el rosita frígido asociado a las niñas. La Mattel, Inc. americana ha dejado de ser una marca juguetera para convertirse en una industria de la cultura popular. Puro capitalismo. El rosa Barbie ya no remite al ensueño de una muñeca pluscuamperfecta. Directamente te crea alrededor un mundo amigo. Si aceptas la marca rosa tienes todo el derecho a participar de la gran franquicia del mundo.

Cada cual tiene su propio mundo rosa. De ahí el pastelito Pantera Rosa y el célebre dibujo animado, sin olvidar la maglia rosa del Giro de Italia, la Casa Rosada de la presidencia argentina, las florecillas de los árboles de Judas, el rosa industrial del viejo chicle Bazoka, el rosa palo y oro de un traje de torero, el helado Frigo Pie, hasta el rosa de la victoria sobre el cáncer de mama. En El simbolismo de los colores Fredéric Portal recuerda que si el rojo es el color del amor divino y el blanco el de la sabiduría de Dios, su unión significa el amor por la sabiduría divina. El color rosa reflejaría al hombre regenerado que recibe la sabiduría del cielo, el que se desprende de las pasiones brutales y se convierte verdaderamente en hombre. A su modo, el rosa Barbie se ha convertido en una religión.

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