
La colmena
Magdalena Trillo
¿Adiós a l verde?
La carrera por liderar el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) es vertiginosa. Los primeros compases de Trump sirvieron, entre otras cosas, para anunciar la apuesta por el desarrollo de la IA: cien mil millones de dólares inmediatos, hasta quinientos mil en un lustro. Respuesta rapidísima: DeepSeek frente a la herramienta ChatGPT de OpenAI. La competencia es brutal. Los dos grandes polos geopolíticos resueltos a desarrollar.
DeepSeek y ChatGPT han surgido como protagonistas en un mercado cada vez más competitivo. Muy resumidamente, ChatGPT es una herramienta versátil, capaz de responder a preguntas, generar textos creativos y resolver problemas técnicos; DeepSeek, una plataforma más reciente, explota su enfoque en búsquedas avanzadas y generación de respuestas más precisas basadas en grandes volúmenes de datos. La rivalidad está fundamentada en características técnicas, claro, pero también en qué gigante, Estados Unidos o China, avanza más en la carrera; y hay otra diferencia que es más de filosofía: sistemas de pago para mayores funcionalidades o gratuitos (al menos, formalmente, nada lo es en realidad); enfoque muy generalista o más especializado. Solo es el comienzo y, aunque parezca que hay muchas herramientas en el mercado (éstas destacan, pero hay más), en verdad, hay dos grandes pelotones de corredores: los desarrolladores norteamericanos y los chinos.
Está claro que, a medida que la inteligencia artificial continúa evolucionando, la disputa entre DeepSeek y ChatGPT simboliza una lucha más amplia por definir el rumbo de esta tecnología. Mientras los desarrolladores buscan superar las limitaciones actuales, los usuarios se beneficiarán de la competencia, que fomenta la innovación y mejora constante y, por supuesto, presenta riesgos, como cualquier revolución (que es a lo que verdaderamente estamos asistiendo). En cualquier caso, sin ánimo de profetizar ni de ser agorero, en menos de dos años, y estoy siendo optimista, cualquier iniciativa que pretenda ser relevante en el mundo tecnológico y no haya incorporado motores (o, al menos, serias funcionalidades) de IA, no podrá penetrar en el mercado de manera solvente o, si ya estaba, quedará obsoleta.
En este ejemplo de competencia real, de una dimensión gigante en términos económicos y de impacto (incluso en esta fase inicial), hay, como he venido diciendo hasta aquí, competidores, espectadores y árbitros. Como en cualquier juego, los competidores son seguidos, amados u odiados, pero protagonistas. Los espectadores siguen a unos u otros y consumen lo que les ofrecen, con más o menos posibilidad de elección. A más competencia, más opción. Y los árbitros regulan, advierten y sancionan, pero no crean: controlan. Nadie se acuerda del árbitro salvo cuando falla.
Europa ha asumido el triste rol regulador. Triste, porque ni siquiera encontramos a quién quiera competir en un estadio que nos pille a mano y nosotros cobramos la entrada.
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