Salí el miércoles por la noche de la redacción del periódico y me dirigía a casa. La sorpresa me llegó al acercarme a pocos metros de entrar en la calleja Barqueros, justo a la entrada y al doblar desde San Miguel con el bar La Esquina, que regentan los hermanos José y Mario.

Me recibieron desde la altura una serie de corazones y media docena de estructuras artesanales vestidas con tela de cuadros de Vichy colgadas en la fachada. Lo habían vuelto a hacer. El comercio de Barqueros había vuelto a engalanar esta pequeña calle del centro de Córdoba para, en esta ocasión, celebrar por adelantado San Valentín e impulsar las ventas.

Minutos más tarde y después de esta agradable sorpresa, el móvil avisaba de que tenía varios mensajes. Eran fotografías de esta instalación con fecha de caducidad y otro con esta frase: "La lucha de un grupo de comerciantes en la agonía del momento que vivimos". Era de María del Mar, propietaria de la tienda Vainica, uno de la media docena de establecimientos que abren cada día sus puertas en Barqueros y que cuando llegan las fechas señaladas no dudan en embellecer la calle con sus propios recursos. Ya lo hicieron en Navidad hace un par de años y repitieron en mayo de 2020 cuando convirtieron esta céntrica vía en una particular caseta de la Feria de Nuestra Señora de la Salud, que tuvo hasta su pequeña inauguración a la que asistí como invitada.

Todos estos negocios, capitaneados por mujeres emprendedoras -que siempre están dispuestas a echarte una mano y darte los buenos días y las buenas tardes cuando pasas o preguntarte cómo estás- son ejemplo vivo del tesón, de la constancia y del buen comerciante, el de toda la vida y del que, además, se reinventa y se adapta a los horarios impuestos, al igual que el resto de establecimientos de Córdoba. Presentes y activos en las redes sociales -quien no está, no existe-, llegaron a grabar un vídeo en plena campaña de Navidad en el que con una divertida coreografía llamaban e invitaban de nuevo a comprar en sus tiendas.

Sin duda, son parte de la cara visible del comercio de cercanía de la ciudad, que aguanta de manera estoica a los envites de esta triste y prolongada crisis -más la que aún nos espera-, pero que levanta la persiana cada día por más que le cueste y son el corazón de Barqueros. Chapaeu por ellas.