No vale hacerse demasiado daño. Hay que asumirlo y mejor cuanto antes. Lo ha dicho uno de sus heraldos, cuya eficacia no conoce fronteras, cosa que sabemos además porque se abre de boca y te quiebra un tango para dejarlo solo en milonga… Es verdad que Puente, dueño de un apellido que no sabe tenderlo, dijo que su jefe (y el de todos, me temo) tenía tal predicamento que no es que fuera genial, condición accesible al común de los mortales, sino que era el puto amo. Lo dijo para un área y un contexto, el mundo exterior y en el período dramático reflexivo del presidente (sospecho que para animar más que ninguno, avispado arrabalero porteño de Pucela), pero, qué quieren que les diga, yo estoy convencido de que Puente y una legión enamorada de cargos, carguillos, militantes y simpatizantes y su votancia completa, lo extienden a todo: Pedro Sánchez es el político más puto amo de toda la puta historia de la puta humanidad o, al menos, de la de la puta España.

Vale. Admitamos que lo sea. Si entendemos por puto amo, digo yo, una mezcla correcta de habilidad y capacidad políticas, visión y estrategia, táctica para lograrla, adaptación al cambio y, sin duda, liderazgo, Pedro Sánchez debería combinar en su persona, más concretamente en su proyección, estos ingredientes. Habilidad tiene el tipo: coloca en la agenda su problema, lo eleva a categoría política y pone la música que todos bailan. Capacidad, en fin, si la situamos en el uso de los recursos a su alcance para lograrlo, conocerlos y entender cómo situarlos para que rindan, parece que también. Visión y estrategia no le faltan: gobernar, punto (lo de parar a la ultraderecha o darle vuelos es solo sazón). Táctica es el campo sobre el que más puede dudarse, porque estos giros pueden ser fortuitos, poco reflexivos quizás, pero es admirable, hay que joderse, cómo los gestiona para que conduzca a garantizar su visión o, como mínimo, a protegerla. ¿Liderazgo? Sí, ya sé, nadie lo vota, nadie le compra sus mentiras, nadie da ni un duro por él, pero el hecho objetivo e incontestable es que, contra pronóstico, contra la demoscopia, a pesar de sus resultados, de sus derrotas, del vaciamiento ideológico que sustancia, de su arrogante desprecio por la inteligencia ajena, de su interpretación creativa de la verdad, de su cansino manoseo verbal (antes, compatriotas; ahora, máquina del fango) y de su escaso apego a una mínima coherencia argumental, está en el machito. Por supuesto, ningún sucesor natural se yergue; ningún oponente interno se afirma; al contrario, hocican. Fuera, el despiste: comprándole el marco. Todos, yo, aquí, hoy también. Nos hizo creer que, harto y herido, se piraba, pero no, se queda, con más ganas si cabe (¡cómo no va a caber, por favor!) y promete continuidad: candidato a futuro, más madera.

Ni tengo ganas ni mucha esperanza, pero supongo que todo amo necesita siervos. Si no lo fuésemos, si no lo somos, se queda solo el puto amo.

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