Un adiós humilde

Incluso en mitad de la vorágine merece la pena detenerse y aplaudir a Felipe Reyes, orgullo de Córdoba

En mitad de la vorágine gallinácea y tan payesa que se otea en Cataluña; con los presupuestos de Córdoba aún sin bosquejar por el tri que es un bi, o al revés; con Artur Mas -el Mas español de todos los españoles- poniéndose la peineta para ser una Lola Flores del siglo XXI y mientras Ciudadanos Andalucía va de puerta en puerta, en plan venta fría, dando la buena nueva de que al fin la señora Díaz hincó rodilla y bajo el impuesto de Sucesiones. En ese contexto, al tiempo que Mariano Rajoy viajaba a Estados Unidos para conocer de cerca el pelaso caoba de Donald Trump, a la vez que Javier Marías y Almudenas Grandes luchaban en los anaqueles librescos con sus nuevas novelas, anunció su retirada de la selección española de baloncesto Felipe Reyes Cabanas, el desportista cordobés más laureado de la historia. Felipón, Espartaco, el rey del rebote, el capitán del Madrid, Carpanta se valió de un simple comunicado para cerrar una historia gloriosa. Pudo hacerlo de otro modo, en mejor momento, con mayor protagonismo, pero optó por eso, muy en su estilo, siempre en segundo término. Tipo sencillo el paisano. Más gregario fiel y laborioso que líder, que eso siempre se lo dejó a otros, que si a Pau, que si a Llul, que si Marc, que si ahora al niño Doncic. Pero merecedor en cualquier caso de todos los elogios, que se le quedan chicos. Porque aunque nunca se fue a la NBA, todos los títulos posibles que se pueden lograr en Europa los ha logrado con sus dos clubes, primero Estudiantes y luego el Madrid. Un prodigio de éxitos que fue completando en esos veranos de la selección, estíos inolvidables que casi siempre acababan con una medalla colgada del cuello; en total, cuatro oros, cuatro platas y dos bronces. Desde 2001, cuando debutó, hasta 2016, año en el que, en Río, se vistió por una vez la elástica nacional, 236 comparecencias lo contemplan y lo alzan como leyenda. Miles de imágenes que quedan en la retina, alegrías y esfuerzos que lo consagran como uno de los cordobeses más ejemplares de los últimos decenios. Incluso en mitad de la vorágine del mundo, incluso en días tan locos como estos nuestros, merece la pena detenerse un instante para despedir a este jugador de la selección, orgullo que fue siempre de Córdoba. Orgullo de los cordobeses.

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