Ishiguro: una historia de éxito

Ishiguro es un ejemplo de la fertilidad de la cultura internacionalista y de la fuerza apátrida de la literatura

Recuerdo que leí Los restos del día, la magnífica novela que dio fama internacional al hoy Premio Nobel Kazuo Ishiguro, durante un largo viaje en bus por la ascética meseta castellana. La devoré entusiasmado, también melancólico, y allí nació mi filia por ese subgénero de ficción británico que se centra en la vida de la viejas mansiones rurales. Los restos del día supongo que no habría sido posible si Evelyn Waugh no hubiese escrito antes Retorno a Brideshead, del mismo modo que sospecho que sin estos precedentes tampoco habríamos podido disfrutar de Downton Abbey, una de las cumbres de la edad de oro de las teleseries que todavía hoy vivimos. También hay en ella algo de El Gatopardo, la novela de Lampedusa y la magnífica película de Visconti, pues al final casi todas estas obras tratan de lo mismo: del análisis minucioso del pasado desde la perspectiva de unos personajes que ven como el mundo cambia y lo que fue su tiempo entra en declive y va muriendo. El propio Ishiguro, tras llevarse ayer el sorpresón del Nobel, aludió a que también ahora vivimos una época así, de fricción, una etapa de tránsito e incertidumbre. "Corremos el riesgo de perder una mirada internacionalista sobre el mundo", dijo este hombre nacido en Nagasaki pero británico al ser preguntado por el Brexit y en referencia a los múltiples movimientos disgregadores que ahora existen por el orbe. Pidió también que no se olvide la historia, que sus lecciones sean tenidas en cuenta. Lo curioso cualquier caso es que el propio Ishiguro es un ejemplo de la fertilidad de la cultura internacionalista y también de esa fuerza que tiene la literatura para ser apátrida y estar por encima de razas y de fronteras geográficas. Premio por tanto no sólo merecido sino pertienente por parte de una academia, la sueca, que siempre ha estado comprometida con mirar generosamente lo exterior y sin encerrarse en su yo nacional. En tiempos oscuros, cuando parece que avanzan las sombras de los ismos antidemocráticos que pusieron perdidas de sangre la hojas de la historia del siglo XX, es una esperanza que la literatura de Ishiguro encuentre nuevos lectores y que con ella se vacunen contra la estrechez de mente y la soberbia.

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