La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

Viento fresco

ANDA la cultura cordobesa bajo un manto denso de inacción y de melancolía. Nostalgia de lo que fue, de lo que pudo ser, de lo que no ha sido o mero desinterés o desconocimiento, que de todo hay. El caso es que algunos festivales -el de Cine Africano, el de Música de Cine...- han tomado las de Villadiego y aquí algunos los lloran mientras otros, supongo que la mayoría, seguro que ni siquiera sabían de su existencia. Festivales que van y vienen, eso sí, siempre hubo en estas tierras, pues la cultura siempre ha sido asunto inestable. Los fondos, ya se sabe, llegan cuando las arcas públicas están llenas y se largan cuando vienen mal dadas o cuando pasa el año electoral. Queda así una agenda cultural volátil, en la que los proyectos nacen con ilusión pero a menudo se mueren a los tres días por cuestiones de política a veces o por simple ausencia de bríos. En ese contexto grisáceo, preocupante, llega la noticia de que el Ayuntamiento ha decidido ceder a la Universidad la Casa de Doña Ana Jacinto de La Corredera, el blanco edificio, tan característico, que fue sede de Procórdoba antes de la quiebra de esta empresa municipal. Allí piensa la UCO intensificar su actividad cultural, y tal idea llega como un ventarrón de aire fresco en tiempos de ventanas cerradas y escasa imaginación. Porque la Universidad tiene recursos humanos de sobra para dar vida a este proyecto. Entre su profesorado hay músicos, científicos, escritores, actores, historiadores, pintores y académicos de primer nivel, del mismo modo que entre su alumnado seguro que hay también talento e ideas para dinamizar este espacio. Un edificio de este tipo, tan simbólico y tan bien ubicado, debe de ser por ello un salto para que la Universidad se convierta en un foco de cultura mayor del que ahora es, al tiempo que una señal para que también La Corredera, lugar clásico de mercadería y ahora también de ocio, gane en diversidad de oferta y se incorpore de pleno derecho a la geografía de la Córdoba cultural. El siguiente paso, claro, sería acertar en el proyecto del Pósito, ideal también para fines culturales, pero eso es otra partitura que otros tendrán que interpretar. Hoy aquí me conformo con pensar que la Casa de Doña Ana Jacinto, historia de esta ciudad con leyenda incluida, puede dejar al fin de ser una triste oficina burocrática para ser colonizada por el saber, por la cultura, por la creatividad. Lo mejor lo mejor. Lo mejor de lo que somos.

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