Es más pena que otra cosa empapada con pereza lo que aparece entre las cajas polvorientas de una mudanza. Es la necesidad imperiosa de deshacerte de un día para otro de aquello que pese más en la cabeza que en los brazos. Lo imperioso de soltar lastre para caminar más ligera hacia otro punto que no es el comienzo, sino otra parada más de un camino. Una carga tan física como mental que te obliga a cambiar de un día para otro para no tener que escaparte por las paredes de la reiteración.

Necesitas ayuda para la transición. A quien te calma los nervios con buenos olores y con orden en esas cajas en las que deseas meter lo primero que pilles sin ningún tipo de método. A quien desembala contigo todo lo que tienes otorgándole una estructura con un sentido que tú nunca serás capaz de conseguir. A quienes se echan más peso a las espaldas para que tú no tengas que cargar con más responsabilidades.

Son todas las cosas que dejas atrás las que te ayudan a dormir porque te calma pensar que has dado un paso más tras las pocas ganas que se esconden en los cambios. Al final sales ganando, aunque no las tenías todas contigo. Y te acuerdas de lo bien que se estaba en la calma lírica de tenerlo todo a mano, todo cerca, los tapones para los oídos, el baño, el agua fría, los vasos limpios, su cuerpo.

Ahora, la cuestión es adaptarse. Como todo. Las mismas caras en distintos cromas, los caminos alternativos. Seguir con lo de siempre e intentar adecuar lo que tenías al espacio que te ha quedado. Conseguir un golpe de efecto que te haga volver a la rutina y no abandonarte a la nostalgia intentando que esa nostalgia esté presente cuando vayas a tener que recurrir a ella, que será en más de una ocasión.

Varía el paisaje, pero apenas lo hace el contenido. Se transforma la luz que entra por la ventana y se apaga el ruido que antes apenas te dejaba descansar. Pero el significado de tu alrededor se mantiene apenas inalterable y es ahí cuando percibes que los cambios necesarios también son los que escasamente se perciben o lo hacen cuando el tiempo ha cocinado a fuego lento la metamorfosis. Ya dormirás a pierna suelta y te acostumbrarás y a la vuelta de la esquina habrá una caja vacía para que la vuelvas a llenar de pocas ganas o para que te ayude a deshacerte de todo lo innecesario. Al fin y al cabo solo es una mudanza.