La gran carrera de la Córdoba inoperante ya va tocando a su fin, gracias demos, y se intuye quién será el caballito ganador. Equino simbólico que, aunque victorioso, comparece escuálido cual rocín viejo y cervantino, bajo el sello en este caso de la Junta andaluza, o susanuza. Hablo, claro, del Palacio de Congresos de la calle Torrijos, cuya reforma cuasi eterna se avanza que concluirá antes que las obras de construcción del Centro de Exposiciones, Ferias y Congresos (CEFC) del Parque Joyero, contendiente que aparece en su caso bajo el sello del Ayuntamiento. Como se recordará, el nacimiento de ambos proyectos casi que coincide en el tiempo, pues la decisión de la Junta de reformar el Palacio de Congresos fue el método que encontró Susana Díaz para darle la espalda al Consistorio, recién estrenada la Alcaldía del PP en 2011, en su idea de sepultar de una vez el imposible Palacio del Sur para sustituirlo por un proyecto más rápido y barato en el antiguo pabellón de Cajasur. Ambas iniciativas nacieron con la idea de ser raudas y pragmáticas, pues primaba la idea en sus promotores de no caer en la molicie burocrática que había convertido en los años previos a Córdoba en ciudad de las maquetas y desastres. El hecho de que PSOE y PP compitiesen con ellas también daba pie a pensar que ambas administraciones aligerarían el trámite para lograr réditos electoreros. Intentarlo, de hecho, lo intentaron, pero la verdad de la burocracia, la crisis, los papeleos, las adjudicaciones defectuosas y la falta de pasta se hicieron pronto visibles hasta dejar ambos proyectos enfangados en su disputa, como si de pronto hubiese caído una tromba de agua en el hipódromo y ambos caballos se hubiesen hundido en el fango. Ahora, tiempo después y tras tantos retrasos, la Junta anuncia que el Palacio de Congresos del Casco Histórico podrá abrir el año próximo, mientras que en el Ayuntamiento, hoy también en manos socialistas, sigue en la brega para readjudicar un Centro de Convenciones que los actuales ediles no idearon y que a este ritmo quizá ni siquiera inauguren. Los arquitectos, por lo pronto, ya avisan de que las obras, casi abandonadas a día de hoy, están en pésimo estado sin que nadie trabaje por allí. La derrota parece por tanto que será municipal, aunque aquí ya es el PSOE contra el PSOE, o quizá Córdoba contra sí misma. Una carrera loca, imposible, cuya verdadera derrotada no es otra que la economía cordobesa, rocín también flaco y cervantino sobre el que todos cabalgamos, siempre en el alambre, como buenamente podemos.

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