¡Perros al agua!

El estío no es la época ideal para los cánidos. Por eso me alegra saber que este verano los perros disponen de parques acuáticos

Soy tal vez de la última generación que vio manadas de perros callejeros en las ciudades. Debió ser por 1984, el año orwelliano en el que, entre otros hechos sonados, nació el helado Calippo y, con él, la duda sobre si considerarlo una ambrosía o si, también, un juego fálico precoz pero secreto: uno apretaba el extraño artefacto de Frigo por abajo y creía ver que lo que salía por la parte de arriba era un glande color fresa o lima limón, el cual se rechupeteaba con deleite. En fin, cosas del verano y de su incandescencia.

Me he acordado del Calippo helado y de los perros de antaño porque ahora le echo hielo a mi teckel en su bol de agua. Sé que concedo mimos excesivos a mi compañero. Antaño los perros no eran objeto de tanto cariño superlativo. Bajo la ola de calor Wenceslao, hago caso a lo que sugieren etólogos y veterinarios. Por eso le echo hielo al bol de agua y le mojo las almohadillas de las patas para evitar que el infiernillo de las aceras las abrasen (si es un teckel, el pobre cánido paticorto absorbe en la panza todo el calor del suelo).

Guardo en una vieja carpetilla noticias sobre perros. Las releo de vez en vez. Precisamente, en otro verano abrasador de hace unos años, me sigue conmoviendo la crónica del galgo al que sus dueños olvidaron al sol en una terraza a 45 grados en el pueblo sevillano de Alcalá de Guadaíra. El animal acabó arrojándose al vacío para evitar la agonía. Otro verano, un hijo de mala madre lanzó tres cachorros a una balsa de alquitrán en Cartagena (uno de ellos murió). Pero otras historias son mucho más enternecedoras. Entre ellas la de Capitán, el perro que veló la tumba de su dueño durante diez años en el cementerio argentino de Villa Carlos Paz, provincia de Córdoba. O, en agosto de 2018, el perro que se llevó largos días y noches esperando a su dueña, fallecida en un accidente de tráfico, en el mismo punto donde tuvo lugar el siniestro en la ciudad china de Hohhot (la mujer falleció, pero su mascota sobrevivió).

El estío no es la época ideal para los cánidos. Por eso me alegra saber que este verano los perros disponen de parques acuáticos concebidos para su divertimento. En Ciudad Real les espera Simbiosis Park: ocio perruno y felicidad refrescante. Igual que en La Roca del Vallès (Barcelona), con su parque Perros al agua, que cuenta hasta con toboganes para mascotas. Los antiguos griegos decían que la salud de un pueblo es la salud de sus animales. Para el budismo el perro despierta el amor y mueve a la compasión universal. El nirvana consiste en ver a tu perro lamiendo su cubito de hielo en el bol.

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