Carmen Camacho

Niños gratis

Cambio de sentido

Cada víctima de pederastia en el seno de la Iglesia duele hasta el tuétano; cada losa de silencio sobre ella me rebela

30 de abril 2024 - 00:00

Si me preguntan por las cosas de la Humanidad que más me pasman, respondería que una es la malversación de la figura y mensaje de Jesús. El asunto empezó a torcerse desde temprano; pronto su propuesta se entendió de forma chata, y siguió cubriéndose de terciopelos y oscurana hasta imponer en su nombre, los de los reinos de acá, torturas, asesinatos, impuestos, fronteras, guerras, traiciones. De algunos de estos “errores” –las comillas son de cemento armado– la Iglesia ha ido pidiendo perdón, no sin acusar a menudo de presentismo a quien se le ocurra señalar lo torcido que ha estado todo integrismo religioso, da igual si éste es católico, islámico, judío... Pocas cosas hay más delicadas que la búsqueda espiritual; pocas cosas hay más manoseadas. Y eso que la radical limpidez del Cristo dejaba poco margen a las descacharrantes exégesis que han marcado la Historia.

De todos los “errores” –comillas de acero– de la Iglesia, hay uno especialmente insoportable: el de los casos de pederastia en su seno. La sensación de impotencia no la genera solo que haya habido “ministros de Cristo” que hayan arruinado la infancia y, tras ella, la vida entera a tantas personas. Lo desesperante es la laxitud en atajar semejante barbaridad. Las cifras: de las 440.000 víctimas –tenemos el cómputo más alto del mundo– que han sufrido abusos en ámbitos eclesiásticos en España, solo se contabilizan 2.608 víctimas, y la Iglesia admite 1.057 casos. Cada chiquillo quebrado de raíz duele hasta el tuétano, pero cada losa de silencio sobre él me rebela. Los abusos sexuales a menores no son patrimonio exclusivo de la Iglesia, mas la institución que insta –y, en ocasiones ignominiosas, incluso ha impuesto– a observar su interpretación moral, no puede permitirse la condescendencia y el tapamiento de quienes han destrozado a cientos de niños. No se puede predicar la palabra de Dios con las manos sucias. Lo más urgente en la Iglesia española sería ponerse a la cabeza para ir hasta el fondo de cada caso, ponerse del lado de las víctimas y animarlas a arrojar luz, facilitar la labor de la justicia, pedir perdón de veras, reparar el daño. ¿Lo está haciendo sin reparos? El abuso a los niños no puede salir gratis: “El que recibiere en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe. Pero al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino de asno y lo hundieran en el fondo del mar” (Mt 18:5-6). Sí que hablaba claro, el Galileo…

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