En tránsito
Eduardo Jordá
Opositar
Para tomar una decisión tan drástica como es cancelar la celebración de la Navidad e impedir que las familias se reúnan -aunque sean cuatro o seis personas, entre el maremágnum de convivientes y allegados- se requiere valentía, algo de lo que carecen algunos. Una decisión que invitan a tomarla desde el Palacio de la Moncloa, pero ellos no, que se mojen las comunidades autónomas. Algo parecido a lavarse las manos como Pilatos, pero en plena pandemia. ¿No querían caldo, pues dos tazas? Es lo que han debido pensar los cabezas pensantes del Gobierno central. Yo lo dejo caer, pero a mí que no me roce la decisión y que sean otros los que asuman el desgaste y llevar a efecto esta decisión tan salomónica.
¿No querían que se acabara el mando único y gestionar por ellas mismas? Pues en eso están ahora las comunidades autónomas. Tienen la posibilidad de decir que no o todo lo contrario. Sea cual sea, habrá quien se lo tome a mal y habrá quien se felicite por lo mismo. Hay quienes deciden mirando el rédito electoral, mientras que otros pensando en la salud, que debe ser un factor primordial después de tantas víctimas mortales, y otros combinando ambas, a la que suman el lado económico. Otros países, si observamos más allá de nuestras fronteras -que nunca está de más dejar de mirarse el ombligo- han cerrado a cal y canto.
Aquí, mientras tanto, seguimos en una nueva desescalada y ya veremos cómo acaba -lo penúltimo ha sido que las cafeterías abran de 18:00 a 20:00 pero sin servir alcohol en una jornada en la que en Córdoba han vuelto a subir los contagios-. Nada, la decisión está tomada. Luego el informe diario de la Consejería de Salud y Familias se disparará con nuevos casos y más fallecidos y hospitalizados y la culpa será de que no somos responsables.
No seré yo quien diga que no se puede viajar, ni celebrar la Navidad en familia -me muero por ir a mi casa en Don Benito, aunque soy consecuente de que si no se puede ir, pues tendrá que ser más adelante-, pero después de diez meses de pandemia algo más o menos ya se puede aventurar con la evidencia de que los casos repuntan en cuanto nos abren el grifo, como dice Juanma Moreno, o nos vamos de paseo por el centro de Córdoba y nos animamos a bailar en mitad de Las Tendillas un sábado por la tarde para aguarle la fiesta a una joven que se limitaba a cantar.
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