Eduardo Jordá

Barbate

En tránsito

Lo que pasó en Barbate es una de las pocas cosas que nos van a sacar de nuestra confortable anestesia moral

14 de febrero 2024 - 00:15

Estamos todos tan moralmente deconstruidos (se escribe así, ¿no?) que todo nos importa ya un pimiento, pero creo que lo que pasó en el puerto de Barbate el sábado pasado es una de las pocas cosas que nos van a sacar de nuestra confortable anestesia moral. Supongo que todos hemos visto las filmaciones que circularon casi en tiempo real a través de las redes sociales. Y todos hemos oído los insultos y los gritos de ánimo de los homínidos que jaleaban a los narcos para que matasen a los guardias civiles que se enfrentaban en una zódiac a las narcolanchas de los tipos más nauseabundos que podamos imaginarnos. Por un segundo, viendo aquella barquita de los guardias civiles que intentaba cerrar el paso a los narcos, me acordé de la gente que le echó huevos durante nuestra guerra civil cuando las cosas se pusieron feas: los mineros de la columna de Riotinto, por ejemplo, o los campesinos que se ponían delante de los legionarios de Yagüe sin más armas que una vieja carabina de matar liebres. Esa gente sí que demostró poseer una valentía digna de los hexámetros de la Ilíada.

Nosotros, por fortuna, no hemos tenido que vivir lo que ellos vivieron, pero el otro día pudimos contemplar un atisbo de lo que ellos hicieron cuando vimos el combate desigual en el que unos pocos valientes se jugaban la vida frente a unos criminales mucho más poderosos que ellos. En esta época idiota en la que cuatro chaladas se ponen a gritar ante millones de espectadores que les apetece mucho comerse una polla, unas imágenes como las de Barbate nos devolvieron de pronto a la triste realidad de las cosas que desearíamos olvidadas por completo. Y ante esas imágenes, nadie podrá quedar indiferente. Un país entero –por deconstruido que esté ese país, y por agusanado que esté por las paparruchas plurinacionales de nuestra izquierda averiada– se sintió humillado y derrotado e indefenso. Y no hay nada más peligroso que un país que se siente humillado. Cuidadito con eso.

“El ser humano es como el mar, del cual puede surgir cualquier cosa en cualquier momento”, decía Joseph Conrad, que sabía muy bien cómo era navegar bajo un tifón o en medio de una calma chicha. Pues bien, nadie sabe lo que podrá salir de un país como el nuestro cuando se siente vendido y desamparado e indefenso. Si yo fuera partidario de este gobierno de fantoches, estaría muy preocupado.

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