La tribuna
Cincuenta años después
La tribuna
No solo hay camisas, pantalones o canciones de temporada, no, también hay expresiones, palabras de temporada. Por no sé cuál mecanismo social o colectivo, como si se trataran de un virus sonoro, se van colando en la garganta de miles, millones, de personas. Mis hijos repiten hasta la extenuación “en plan” y “literal” o “literalmente”. Son sus coletillas más empleadas, incluso comodines, para mil posibles combinaciones de frases y respuestas. Así, en plan, literalmente. Yo los escucho desde la distancia y trato de recordar las palabras comodines de mi juventud. Las hay. Claro.
El momento “alucinar” fue muy intenso. Así como el gran auge de “demasiado” –con todas sus variaciones–, que utilizamos demasiado, más de la cuenta. Hubo una época “demagogia”, recuérdelo, o “chachi”, “guay”, y casi todo era demagógico y muy “guay”. Hasta lo más común. Hubo partidos de fútbol demagógicos. Tal cual. Literalmente.
Cada cierto tiempo, como las camisas y los pantalones que usamos, y de la misma manera que hacemos con nuestro armario, renovamos nuestro vocabulario. Ahora atravesamos una vasta y casi infinita “zona de confort”, sí, todo es zona de confort, porque puedes tener docenas. En tu trabajo, en tu vida personal, en tus intereses, en tu moral, en tu religión o agnosticismo, hasta en tu condición sexual. Y la mayoría de las veces que se repite la expresión de marras es acompañada del verbo escapar. Escapar de la zona de confort. Esa es la corriente instaurada. Me llama mucho la atención esta expresión. Entiendo que somos muchos los que hemos tardado demasiado tiempo, años, en crear eso que llaman zona de confort, y que puede que se refiera a nuestro lugar en el mundo. A nuestro espacio.
Bien es cierto que una rutina mal interpretada, como una mera repetición de los días, puede llegar a alienarnos, a convertirnos en seres sin latido, cierto, pero no desdeñemos sus aspectos positivos. En mi caso, necesito mantener a salvo mi rutina, entre tantos días atropellados, y por tanto intacta mi zona de confort. No quiero escapar de ella. Y cuando me toca abandonarla, la echo de menos, y no me cuesta reconocerlo.
¿Miedo a lo que hay fuera? Tal vez no sea miedo, y sí desconfianza. O no necesidad. ¿Para qué? ¿Por qué? Se puede explorar más allá de nuestra fronteras, pero sin perder el norte de nuestra brújula, esa que nos señala justamente dónde se encuentra nuestra zona de confort. Puede que mis hijos respondieran a esta reflexión con su literal. Porque para ellos ya nada es cierto, correcto, acertado o verdadero, todo es literal o literalmente. Y lo que es no es literal, es que no es, o se aleja mucho de lo que debe ser. Una palabreja para conceder vacaciones a unas cuantas. Es lo que hay, y lo que llevamos haciendo desde hace muchos años. Porque cada vez son menos, y menos, las palabras que utilizamos de nuestro idioma. Y cada palabra, todas, tienen su cometido, su sentido, su significado. Son muy pocos los sinónimos exactos, muy pocos, esa clonación de las palabras no es real. Cada palabra cuenta con su propia peculiaridad, y como la pieza de un puzle tiene su perfecto encaje, y verdadero, entre otras palabras. No es lo mismo largo que alto o canijo que delgado, no, y todos conocemos los matices de las diferentes palabras.
Y ahora llega el momento en el que me explota la cabeza. Que nos puede explotar tras escuchar una canción, ver una película, celebrar un gol, leer un poema o probar un bocado de un nuevo plato. Como el literal, la explosión de cabeza es comodín. Es el alucinar, sorprender, encantar, encandilar, gustar, adorar de otros tiempos, pero simplificado y aumentado. Vale para todo. Otra expresión más para reducir y encoger nuestro vocabulario. Pobres palabras, tan ignoradas, ellas sí que deberían ser nuestro verdadero espacio de confort, del que nunca deberíamos escapar. Ellas sí que son, literalmente, las más aptas para expresar nuestros sentimientos, y comunicarnos con los demás, de la manera más certera y concreta. O para explotar nuestra zona de confort.
También te puede interesar
La tribuna
Cincuenta años después
La tribuna
La Hispanidad: de viejos mitos a nuevas metas
La tribuna
Un dilema difícil
La tribuna
Otoño caliente
Lo último