Feria del Libro

Un café con Antonio García Teijeiro en Córdoba: "He escrito algún poema dentro del mar"

  • El Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2017 pasa por Córdoba para presentar su libro 'Poemar el mar' y reivindicar la figura de Rafael Alberti

Antonio García Teijeiro en la Feria del Libro de Córdoba.

Antonio García Teijeiro en la Feria del Libro de Córdoba. / Miguel Ángel Salas

Para Antonio García Teijeiro (Vigo, 1952), escribir y enseñar siempre fueron dos facetas "complementarias" y en ningún caso tan difíciles como le sería vivir lejos del mar a este gallego, escritor "de por vida" y maestro jubilado "afortunadamente" -dice entre la ironía y el alivio-, que nunca quiso que sus alumnos pasarán por el mismo "yermo" que a él le tocó vivir en su infancia respecto a la lectura, en unos tiempos en los que "ni se preocupaban de que las bibliotecas funcionaran". Por eso se dedica a cultivar una poesía abierta, lúdica e incluso crítica, que se propuso "para que los niños sean capaces de reflexionar" y que en 2017 le llevó a conseguir el reconocimiento del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por su libro Poemar el mar.

Tras un encuentro con sus lectores -dos clases de escolares- en la Feria del Libro de Córdoba, que califica "como una isla dentro de una jungla", García Teijeiro recibe a el Día en el Bulevar Gran Capitán para tomar un café y hablar de poesía, de Galicia, del mar y, cómo no, de Rafael Alberti.

-¿Qué limitaciones puede tener escribir para un público infantil?

-Las limitaciones que puede tener, en principio, es conocerlo, respetarlo, entenderlo e incluso quererlo porque mucha gente que escribe se cree que escribir para niños es fácil; yo también escribo para adultos, pero realmente me siento un escritor de literatura infantil y juvenil y estoy muy orgulloso de serlo. Hay que conocer la psicología de los niños, hay que estar cerca de sus intereses y al mismo tiempo ponerles listones para que vayan desarrollando su propia personalidad. Entonces, yo creo que los límites para la poesía es que sea comprensible, rítmica, musical, que los haga pensar y que se base en la belleza, expresar desde un punto de vista estético.

-¿Y cuando necesita desahogarse como escritor?

-Para mí nunca fue un desahogo escribir para los niños, para mí fue una necesidad. En algún momento de escritura para adultos, sí, sirvió un poco para liberarme de cosas que no me gustaban, aunque más que poesía eran como gritos de lamento y de intentar exponer lo que no me gustaba. Pero había un problema y es que eran gritos pero no poesía, porque para escribir poesía hay que leer muchísimo y yo de pequeño no leía porque no se me fomentó.

-¿Dónde encuentra la inspiración para escribir?

-La vida es la mayor inspiración posible. Me gusta andar con los ojos muy abiertos, los oídos muy atentos y con el corazón muy dispuesto a sentir lo que me rodea; por otro lado, en las lecturas que hago, un verso o una frase a veces me da pie para escribir un poema. La tercera es la música, soy un melómano absoluto.

-¿Por qué la poesía actual no suele tener rimas?

-Se impuso la poesía sin corsés. A mí, para los niños, me parece muy importante y la cultivo bastante, pero lo importante es que tenga ritmo; si el poeta lo consigue con verso libre, está haciendo buena poesía, pero si no, se está equivocando.

-¿Está en riesgo la poesía?

-No, nunca. Los lectores de poesía son menos, les costará subir, pero nunca bajan. La poesía forma parte del ser humano, percibimos poesía desde que nacemos con las nanas. Aunque no escribamos, yo mantengo que todos somos poetas, lo tenemos en el fondo y algunos lo canalizan y otros no. Se publica mucha poesía, hay lectores muy fieles y lo que hay que hacer es que los niños se acostumbren a leer poesía, que haya mediadores que le pongan la poesía cerca.

García Teijeiro posa con su libro 'Poemar el mar'. García Teijeiro posa con su libro 'Poemar el mar'.

García Teijeiro posa con su libro 'Poemar el mar'. / Miguel Ángel Salas

"Nunca se leyó más que hoy", llega a afirmar el poeta durante la entrevista. Se refiere a lo que sucede dentro de las aulas, en los colegios, comparando de nuevo con su época de infancia. "El problema es que depende excesivamente de las escuelas, hay que conseguir que esos niños sean capaces de leer en casa. Hoy hay muchas cosas que impiden que la gente lea, los móviles, las redes están distrayendo, pero el tema de leer es más profundo que eso y cuando se tiene dentro la simiente siempre puede haber un lector o una lectora", defiende.

-¿Por qué decidió escribir en gallego?

-Yo fui educado en castellano contra el gallego y en un momento me di cuenta que teníamos una lengua maravillosa que había que luchar para mantenerla, que creciese, que estuviese en la escuela. El hecho de escribir en gallego es un compromiso con la cultura minoritaria de un pueblo que necesita seguir viviendo. El premio nacional que me dieron, de poesía y escrito en gallego, es lo más grande que me puede ocurrir. No tengo nada en contra del castellano, de hecho también lo he escrito.

-¿Qué me puede decir del mar? ¿Qué significa para usted?

-Es todo. Mis recuerdos infantiles más gozosos están cerca del mar. No me canso de verlo, me baño todos los meses del año... el mar me llama y yo lo escucho. Incluso te diré que he escrito algún poema dentro del mar, en la cabeza, y luego he salido y lo he escrito para que no se me olvide. También es crueldad y algunos problemas se reflejan ahí.

-Córdoba es una ciudad preciosa, pero no tiene mar.

-Yo disfruto de cada espacio que vivo, llego a Córdoba y disfruto de sus características y de lo que hay. Otra cosa sería vivir, me costaría mucho. Eso le pasó a Rafael Alberti cuando se marchó a Madrid y dio lugar a Marinero en tierra, un libro que me ayudó a comprender el mar desde el punto de vista literario.

-Usted lo conoció personalmente, ¿Cómo era?

-Lo conocí y conviví en sus últimos años de vida. Era un ser generoso, mágico. Además para mí era una leyenda, de repente hablaba y decía "cuando estábamos Federico y yo"... Claro, hablaba de García Lorca. Se ponía a recitar poemas en voz alta, de Jorge Guillén, de Lorca, y te quedabas maravillado, también porque tenía miedo a perder la memoria. Fue una lección de vida, siempre que puedo lo reivindico.

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