Tribuna Económica

joaquín Aurioles

Movilidad social y desigualdad

Si naces en una familia acomodada, tus perspectivas laborales en España son bastante favorables y si tus padres tienen estudios universitarios, tu salario será un 48% mayor que si el nivel educativo es inferior. Pero si has nacido en una familia con ingresos reducidos, la probabilidad de que en algún momento de tu vida alcances un nivel de renta equivalente a la media del país baja considerablemente. Especialmente en España, uno de los países europeos donde más duradera es la transición desde una clase social modesta hacia el nivel intermedio (cuatro generaciones) y en los últimos años todavía se ha hecho más difícil.

Según la OCDE (A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility), con datos referidos al periodo 2010-2014, el 60,5% de los nacidos entre las familias más pobres permanecerán en el mismo nivel durante toda su vida (el 57,4 % en el conjunto de la OCDE), frente al 48,4% de finales de los 90. Con los más ricos ocurre lo contario. El 71,9% mantendrá el de la anterior generación (69,7% en la OCDE), frente al 63,4% de hace dos décadas.

En Andalucía, el Instituto de Estadística y Cartografía publica los resultados de una encuesta sobre movilidad social que permite apreciar matices de interés. Cuando pregunta a personas de entre 35 y 60 años, es decir en plena madurez laboral y profesional, observa que el 54,9% se identifica con lo que llamaríamos clase media trabajadora. De todos ellos, sólo un 42% considera que ha conseguido ascender en la escala social con respecto a sus familias de origen, frente al 28,4% que entiende que ha descendido. La educación es un poderoso factor de progreso social para este grupo de edad, donde el 68,2% de los encuestados ha conseguido superar el nivel de estudio de sus progenitores, pero también hay otros factores.

La inercia familiar resulta decisiva. El 67% de los hijos de padres universitarios en Andalucía finaliza sus estudios, mientras que el 24% mantiene una ocupación similar a la de sus padres, pero también es significativa la predisposición a emigrar, puesto que el 30,1% de los que cambiaron de provincia están en clases sociales elevadas, frente al 16,1% de los que nunca lo hicieron. Pero lo que parece haber tenido una mayor influencia en el frenazo a la movilidad social ha sido la crisis económica de 2008.

En 2009, los andaluces en riesgo de pobreza o exclusión social eran el 33,3% de la población total y los que vivían en hogares con baja intensidad de empleo el 11,4%. Seis años después, en 2015, esos mismos indicadores alcanzaban los valores más elevados de la serie (43,2 y 24,9, respectivamente). La crisis fue especialmente severa para las familias más pobres, provocando un aumento de la desigualdad que tiene inequívocos efectos generacionales, en la medida en que puede dificultar el acceso a la educación y la prolongación de la formación para sus hijos. La igualdad de oportunidades lleva una larga temporada en entredicho en España y en Andalucía, lo cual resulta bastante lamentable en términos sociales y también económicos, porque cuantas más barreras al progreso social existan, mayor será el despilfarro del potencial de capital humano.

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