Córdoba CF

El amargo regreso a El Arcángel de la afición del Córdoba CF

Un jovencísimo abonado blanquiverde, acompañado de su padre antes de entrar a El Arcángel.

Un jovencísimo abonado blanquiverde, acompañado de su padre antes de entrar a El Arcángel. / Juan Ayala

El Arcángel andaba huérfano de la afición del Córdoba CF desde la tarde de Reyes. Más de dos meses tuvieron que volver a pasar para que las gradas del feudo cordobesista recuperaran color. Aquel día de enero, el club pudo dar cabida a 2.500 espectadores en un brillante encuentro de los hombres de Pablo Alfaro. Pero como cabía esperar, los excesos de las fiestas navideñas volvieron a deparar un aumento de las restricciones y alertas contra el coronavirus, lo que ha dejado sin su gente al conjunto blanquiverde durante dos largos meses.

Los resultados hablan a las claras de que el Córdoba había echado de menos a su afición, pues hasta el partido contra el Linares había sido incapaz de hacerse con los tres puntos si parte de su gente no estaba delante. Ese frío y silencio sepulcral en el que los jugadores se habían visto obligados a jugar incomodaba al máximo al CCF.

Por eso, el regreso de los aficionados a El Arcángel, aunque fuesen solo 800, era un motivo de alegría y un incentivo para buscar la victoria ante el Real Murcia que respaldara el apoyo de su masa social. El club volvió a cumplir con nota en cuanto al protocolo sanitario se refiere. Los abonados, repartidos de manera cómoda por todo el estadio, ayudaron también accediendo en buen número con bastante antelación, y evitando las tradicionales colas de última hora.

Cuando a los pocos minutos de arrancar el partido el Córdoba ya mandaba con el gol de Willy, la fiesta se preparaba en las gradas de El Arcángel. La afición, deseosa de celebrar los puntos con sus jugadores, vivió el partido de manera intensa. Tanto que por muchos momentos el estadio pareció albergar a mucha más gente de la que marcan las restricciones, gracias al calor que llegaba de los cánticos desde el Fondo Sur.

A este Córdoba que tanto le cuesta mandar en los partidos, el ánimo de su gente le sirvió para dar el primer golpe y propició los mejores minutos del equipo. Claro que el calor de la afición suma, pero no hace milagros, y el conjunto blanquiverde es especialista en complicarse la vida como pocos.

El mazazo del empate del Real Murcia volvió a llevar el nerviosismo a la grada, aunque en ese hábitat el aficionado blanquiverde se mueve como pocos. Era una vez de tantas que al Córdoba le tocaba luchar contra los elementos, el terreno en el que parece moverse mejor un club que cuando tiene todo de cara suele pifiarla con frecuencia.

Importante fue también el empuje de los aficionados en el arreón inicial de la segunda parte, cuando llegó el segundo gol blanquiverde, obra de Willy. A partir de ahí, el partido entró en un frenesí de amonestaciones, llegó la expulsión de Carlos Valverde y el empate de los murcianos, y los aficionados se contagiaron de la frustración de su equipo.

Si no se tratara de una plantilla con jugadores tan experimentados podría decirse que por momentos el ambiente pesó en exceso a los jugadores, nerviosos y desatinados cuando la situación más calma requería. Los últimos minutos en la grada de El Arcángel fueron de impotencia, de reproches que estallaron cuando Piovaccari no cedió el balón a Sidibé en un contragolpe clarísimo que podría haber dado el triunfo al Córdoba. Unos reproches que con el paso de los minutos se fueron apagando, dejando lugar a la impotencia de ver a un equipo incapaz de imponer su teórica superioridad en casa.

La que estaba llamada a ser una tarde feliz, de reencuentro entre el equipo y su gente, se tornó en la enésima decepción de una temporada que está poniendo a prueba la paciencia de los aficionados blanquiverdes. Y es que hasta la capacidad de sufrimiento de masa social del Córdoba CF, tan acostumbrada a ello, tiene un límite. Y no debe andar ya muy lejos.

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