Cuando un equipo no es el mejor técnicamente, al menos debe imponerse su casta y coraje ante el rival. Esa ha sido una de las grandes carencias del Córdoba durante la temporada, aunque ayer, quizás por el cambio general sufrido en el ambiente tras la llegada de Jesús León, los blanquiverdes se impusieron con carácter más que por buen fútbol.

Más allá del primer arreón alentado por el gran ambiente en las gradas, al Córdoba le costó abordar al Albacete, un equipo consciente de sus fortalezas y sus debilidades que no se complicó nunca, mantuvo las líneas juntas y buscó la verticalidad de sus dos delanteros. La imprecisión en los pases costó al Córdoba contras del rival que sembraron cierto nerviosismo y en ataque sólo Jovanovic creó algo de inquietud a los cinco hombres que Enrique Martín colocó para defender su arco.

En el segundo acto, el oportunismo de Guardiola dio ventaja a su equipo y el cuadro de Romero pasó a jugar al contragolpe, haciendo daño al Albacete con sus propias armas. Cuando las fuerzas ya no dieron para buscar el segundo, el Córdoba se atrincheró sin que lo pareciera y se hizo fuerte ante su meta. Apenas se concedieron ocasiones claras de gol, por lo que el equipo dio un paso adelante en esa capacidad de sufrimiento que tanta falta le hace.