La velocidad por los costados y la seriedad defensiva son las principales armas del Cádiz. La fragilidad defensiva es el gran mal del Córdoba. Con esos antecedentes, el choque de ayer parecía bastante dirigido hacia una victoria local y el CCF no pudo variar ni ese destino ni la forma de caer.

Romero apostó por el 4-1-4-1 con el riesgo de colocar a Pinillos como central zurdo en lugar de Joao. El técnico temía la velocidad de hombres como Dani Romera, Salvi o Álvaro García y sus temores quedaron al descubierto a los ocho minutos, cuando Álvaro destrozó en velocidad a Pinillos y abrió el marcador. A partir de ahí, más voluntad que clarividencia tuvo el Córdoba, pues la presión asfixiante del Cádiz no permitió a los blanquiverdes jugar con facilidad.

En el segundo tiempo, el paso atrás que dio el conjunto amarillo permitió al CCF tener el balón de manera más clara, pero con poca profundidad y claridad en sus ocasiones. Fue un dominio estéril permitido por un Cádiz que se siente seguro así y que atrajo a su enemigo hasta dar el golpe definitivo en una contra mortal.

Jorge Romero quemó sus naves con el 2-0 en el marcador pero poco varió. El Córdoba sigue mostrando buenas intenciones, pero muy poca capacidad para corregir sus errores defensivos. Un déficit que va camino de condenarlo.