Cordobeses en la historia

El maestro y escritor de peculiar estilo

  • Esteban Beltrán Morales fue herrero y tendero antes de impartir una forma de docencia tan singular, que sólo pudo ejercerla allende los mares; allí tuvo la proyección profesional que le negó su tierra

LA calle montoreña de la Corredera era, ya a mediados de 1800, una de las más concurridas y, aunque todavía sin asfaltar, sus casas señoriales albergaban tiendas y establecimientos punteros; también destacados militares, médicos, alcaldes y otros personajes peculiares como Esteban Beltrán Morales. El político y escritor, había nacido el 3 de agosto de 1854, siendo el menor de seis hermanos y tuvo su residencia en los números 58 y 42 de esta calle principal, entre 1853 y 1871, según José Cabronero.

En la obra Montoro, en sus calles y sus plazas de Antonio Delgado García, se sitúa su nacimiento y juventud en el número 7 de la calle Coracha. Allí fue herrero y regentó "un comercio de comestibles y coloniales", y en aquel oficio andaba cuando, un buen día, decidió ejercer la docencia desde su anticlericalismo. De modo que "ayudó a fundar una escuela laica adscrita al Círculo Republicano" con un concejal, Manuel Madueño, como director y él mismo como maestro. Funcionó entre 1905 y 1909, año en que se la clausuraron a instancias del párroco José de Julián y Barragán, el mismo que "consiguió que el alcalde Federico Porras y Aguayo, dictara un bando contra la blasfemia". Y es que, en aquella escuela de existencia tan corta como intensa, los alumnos escribían planas con textos como este: "Es chocante -decía refiriéndose a los beatos- que le exijan al pobre trabajador que confiese, oiga misa y guarde las fiestas y no le procuren buenos alimentos". En la memoria popular quedó que "enseñaba a sus alumnos que había tres dioses: Salmerón, La Piedra del Águila y El Cordobés, tres conocidos lagares de la sierra montoreña. También les enseñaba una Salve Republicana, recogida en la edición facsímil de su obra más conocida, Manolín, editada por la Diputación de Córdoba y coordinada por José Luís Casas en el 2000 que así dice, entre otros párrafos: "Somos los niños de hoy/ los hombres del porvenir,/ juntemos nuestros esfuerzos/ si no queremos morir./ Salve, República amada…".

Como sus hermanos, fue un destacado militante republicano, miembro de la logia masónica La Fraternidad Montoreña y secretario de la sociedad obrera del mismo nombre.

Por sus teorías y prácticas, se le adscribió en algún momento al anarquismo, erróneamente, dada su condición de republicano-socialista, masón, georgista y regeneracionista. Sin embargo, coinciden sus biógrafos en que su anticlericalismo lo era en su justo término, en el sentido de atacar a la institución, defendiendo los valores cristianos.

Tras el cierre de la escuela en Montoro, los contactos con la masonería y el progresismo de aquella generación, le permiten dar el salto a la localidad canaria de Tazacorte, donde comenzó a impartir sus teorías y a escribir valientes columnas en la prensa local, entre 1910 y 1913.

A finales de mayo de ese último año, reaparece su nombre en Córdoba, como participante por Montoro en el Congreso de Ronda e integrado en la Liga Española para el Impuesto Único. Ya en 1903 había sido partícipe de la Asamblea Republicana en el Gran Teatro. Ahora, en Ronda, presentaba una comunicación, claramente influida por el sentimiento y la teoría del andalucismo que Blas Infante comenzaba a sembrar por todo el Sur. De este hecho, recoge el estudio introductorio de Casas Sánchez que no pudo leerlo en el congreso, pero incluyó el final que sonaba a advertencia, en la siguiente edición de Manolín: " Si la clase enriquecida con sus privilegios no reconoce lo injusto de su proceder (...) si sigue siendo indiferente a las miserias humanas y al llamamiento que hacemos en este Congreso (...) que no se extrañe ni sorprenda que de vez en cuando y cada día con más frecuencia, aparezcan hombres asqueados de vivir en un estado cada vez más sometido…". Y es que, desde una posición radicalmente antianarquista, apostó por la participación política y la valentía del voto independiente, invitando a la clase obrera a encarar de frente las presiones caciquiles del tiempo en que le tocó vivir. Al igual que otros escritores de su tiempo, como Ruiz-Maya, creó novelas específicas, hechas para adoctrinar a sectores menos favorecidos socialmente, aunque con menos acierto y nivel que el doctor. Tuvo con Manolín: leyenda popular y con su segunda parte, Socialismo Agrícola, su más notable éxito. Pero no fue la única; Los luchadores, El obrero analfabeto, La razón entre obreros y burgueses y Un minero enriquecido fueron otros de sus títulos, criticados por intelectuales como Díaz del Moral y ensalzados por compañeros políticos como Eloy Vaquero.

Un 19 de diciembre de 1920 un derrame cerebral acabó con su vida. Fue en la casa de la calle Coracha que le viera nacer y morir esperanzado en "ese mañana venturoso que promete el goce de todos los derechos del hombre". Muy lejos de Montoro, en Tazacorte, sí pusieron una placa en la calle que lleva su nombre.

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