Francisco Romero Zafra. Imaginero

"El dolor contenido que siento lo expreso en mis imágenes"

  • El escultor, uno de los más reputados de Córdoba en la actualidad, se inició en la imaginería en 1990, cuando modeló la Virgen de Rocío y Lágrimas, y se adentró en este arte de forma autodidacta

Francisco Romero Zafra (La Victoria, 1956) es en la actualidad uno de los imagineros cordobeses más reputados. Se inició en este arte en 1990, cuando modeló la Virgen de Rocío y Lágrimas, y se adentró en él de forma autodidacta. Son suyas, entre otras, la Virgen de la Palma y el Señor del Perdón de Córdoba; la Virgen de la Amargura de La Rambla; el Resucitado de Pozoblanco; o Jesús del Silencio de Aguilar de la Frontera. Por toda España hay obras suyas y el encargo más lejano que ha recibido llegó de Yucatán (México), desde donde le pidieron una Dolorosa. En su taller -en el que no falta el sonido de una radiofórmula musical de fondo- pasa alrededor de ocho horas diarias y guarda recuerdos de las imágenes que ha esculpido: cuadros, bustos en barro e, incluso una pantalla por la que van pasando fotografías de las imágenes que a lo largo de estos 26 años han salido de sus manos y su cabeza. Entre todos destaca una copia de un San Rafael que fue la primera imagen que hizo en madera: "No hice ni siquiera modelado, puse un bloque de madera y empecé a tallar; disfruté como un enano", recuerda. Moreno Zafra, que tiene encargos hasta el año 2020, tiene "el honor" de exponer cinco angelitos en el Museo Salzillo (Murcia), lo que considera "un lujo".

-¿Cómo se introdujo en el mundo de la imaginería?

-Empecé hace 26 años, en 1990, y por casualidad. Conocía a Antonio Bernal, que también es imaginero, y se le ocurrió, con motivo de una exposición que organizaba Coronación de Espinas, modelar una virgen y presentarla. Pero en ese momento yo no había modelado nada y, con cuatro nociones que él me dio, me puse con ella y creé Rocío y Lágrimas. Tardé unos tres meses, pero en aquel momento no existía el tiempo. La expuse, gustó, se vendió y me encantó la experiencia. A mí me ha gustado el arte desde siempre, había pintado pero nunca modelado. Cuando ya me di a conocer había quien decía que cómo un vendedor de joyas podía ser imaginero.

-Lo llevaba dentro.

-Dentro llevas la capacidad de las tres dimensiones, del arte, pero esas capacidades las tienes que modelar en torno a lo que es la imaginería. A través de ella puedes expresar muchos sentimientos, que es lo que a mí realmente me interesa. Me siento muy cómodo.

-¿Por qué se caracteriza su obra?

-Alguien, hace muchos años, dijo que yo era el imaginero de la dulzura, y tiene razón. Para mí, la dulzura es imprescindible en una imagen religiosa. A todo autor se le conoce por matices que se repiten de unas a otras obras. No es que sean iguales, pero nos gusta un tipo de boca, de nariz, de ojos... y acabas siempre en esa línea.

-¿Cómo es su proceso creativo?

-Darle muchas vueltas a la cabeza y empezar a modelar. Hay personas que pretenden tenerlo todo en mente y después ponerse a trabajar, y creo que eso así no se consigue. Algo que no existe, que está por crear, no puedes montártelo todo en la mente para luego desarrollarlo. Poniéndote a trabajar es como surge la creación.

-¿Se trata de inspiración?

-Sí, pero la inspiración, las musas, te tienen que coger trabajando, sino no vienen.

-Y usted trabaja mucho...

-Mucho, demasiado. Ya estoy frenando y hace dos años que no cojo trabajos. He llegado a tener seis años de lista de espera, que son muchos. No es que las cofradías me fuercen una fecha, aunque siempre te dan el toquecito. El que me exijo soy yo y si he dicho que va a estar para una fecha, tiene que estar. Cuando das un presupuesto o firmas un contrato de cara a seis años, ¿cómo controlas los tiempos? Es imposible, y más tratándose de obras nuevas, no copias. Por eso, hace dos años tomé la determinación de no coger más trabajo, y lo estoy llevando a rajatabla.

-¿Qué significado tiene para usted la Virgen de Rocío y Lágrimas?

-Es el comienzo, la que me impulsó a que descubriera esta profesión. Le tengo mucho cariño. Con el tiempo le di una policromía nueva porque la primera no me gustaba, y le hice unas manos nuevas de madera porque las de barro con el paso de los años se rompen. El rostro sigue siendo el mismo.

-¿Cómo se logra que una imagen transmita sentimientos?

-Dándole expresividad, que no sea sólo vida, que exprese dulzura, un dolor suave y no tan dramático. Es complicado. Yo le he dado vueltas a por qué me salen esas expresiones. Hasta que no las veo no paro. Es un reflejo de mí mismo, de cómo yo me siento respecto al mundo: hay tantas cosas que no me gustan, que no acepto... Es ese dolor contenido el que expreso en mis imágenes. Hay personas que están en una cofradía y también gente que no es cofrade ni religiosa y, sin embargo, ve una expresión y le llega al alma. He visto a gente llorar al ver las imágenes.

-¿Cómo se siente uno cuando alguien llora por el trabajo que ha realizado?

-Es el mejor pago. Me agrada muchísimo el que una persona se pueda emocionar con algo que mis manos y mi cabeza han hecho. ¿Qué más puedes pedir? Muchas veces digo que trabajo en la que creo que es una de las mejores profesiones porque es lo que me gusta, me lo pagan y encima me lo agradecen durante toda la vida.

-¿Usted es creyente?

-No puedo decir que lo soy ni que no lo soy. No sé en qué creer. Pienso que si Dios existe, cercano a este mundo no está. No creo en los milagros; ¿por qué van a favorecer a una persona y a otra no?

-¿Qué relación tiene con el resto de imagineros cordobeses?

-La verdad es que sólo tengo relación con Antonio Bernal, que para mí es mi hermano. Nos conocemos desde los 20 años, empezamos juntos, hemos compartido taller durante diez años y nos vemos muy a menudo. El resto, como no vengan o yo vaya... y como no hay tiempo para nada... Pero no tengo problema con ninguno.

-¿Cómo ve el futuro de la imaginería cordobesa y a las nuevas generaciones?

-Muy bien. Hay gente que está pegando fuerte. Creo que vamos camino al hiperrealismo por lo que se ve en ciertos matices.

-Entonces, hay etapas o modas en la imaginería.

-Como todo en la vida.

-¿Cuál sigue usted?

-Sigo la corriente del neobarroco. Intento darle matices a mi trabajo para que, siendo neobarroco, tenga mi personalidad. Creo que eso la gente lo ve.

-¿Ha habido una evolución en su carrera?

-Sí. Empecé sin tener conocimientos ningunos, dándolo todo. El otro día vi en la Catedral a un Cristo de Bujalance que hice cuando sólo llevaba cinco años trabajando en esto. Hacía 20 años que no lo veía y cuando estuve delante de él me agradó ver la calidad que había en el trabajo ya en aquella época. Y sí, evolucionas, haces las cosas diferentes, pero más o menos sigues una línea.

-¿Cómo es el trabajo en el taller?

-Unas veces rutinario, otras creativo. La época que más me gusta es el modelaje, cuando empiezas a montar el esqueleto, sobre todo para las figuras de cuerpo entero. Entonces, lo pongo en la forma en la que creo más o menos que va a ir, aunque luego siempre hay posibilidad de cambiar sobre la marcha, y empiezo a poner barro. Ahí es cuando te olvidas de todo, te evades del mundo. El barro se hace para sacar de puntos y luego viene la madera. La tecnología está a nuestro servicio y el sacado de puntos se hace con unas máquinas que cogen el modelo y lo reproducen.

-¿Cómo conoció todas las técnicas?

-Poco a poco te vas enterando y preguntando y, por sentido común he sacado muchísimas. Soy autodidacta al 100% y, además, me siento orgulloso porque desde el primer momento me he sentido más libre a la hora de crear que cuando te enseñan algo. Cuando te dicen "esto se hace así", crees que eso es así y no se puede hacer de otra manera. Sin embargo, todo se puede hacer de otra forma. He disfrutado mucho descubriendo cosas.

-¿Trabaja solo?

-Me gusta trabajar solo. Hubo una época en la que tenía tanto trabajo que estuvieron dos chavales conmigo. Fue en 2011 y tenía tres años de lista de espera. El obispo me encargó para ese mismo año un Cristo con motivo del Año del Sacerdocio. Era imposible tenerlo para la fecha que querían y hablé con esos muchachos, que tenían su taller, y se vinieron a trabajar conmigo, me ayudaron y aquí han estado cuatro años.

-Ahora mismo está trabajando en varias imágenes a la vez. ¿Cómo reparte su tiempo?

-Siempre hay que llevar varias cosas porque sino pierdes tiempo. Por ejemplo, cuando empiezas con los yesos, entre mano y mano hay esperas que aprovechas para hacer otra cosa, lo mismo que con las policromías. Así también se hace un poco más distraído porque si un día no te apetece ponerte con una, coges la otra.

-Una vez que sus obras salen del taller, ¿las ve cuándo procesionan?

-Sí, y hasta que no las veo estoy muertecito de miedo de que a mí no me gusten, no de que haya críticas porque de eso siempre puede haber. Tú no puedes trabajar para que todo el mundo vea todo perfecto porque siempre habrá alguien que ponga pegas. Sin embargo, como yo le vea algo, me quedo con el pellizco. Y si es algo que me parece importante hablo con la cofradía para traer la imagen al taller y rectificarlo.

-Cuando se habla de un artista siempre se hace referencia a su obra culmen. ¿Piensa usted en ello?

-No sé cuál es mi obra culmen o si existe. Hay quien dice una y quien dice otra. Eso de la obra culmen lo pone el espectador, la sociedad. En un momento dado, se dice que cierta obra es la cumbre de alguien, y eso se va popularizando y queda ahí. Pero algunas veces se habla de una obra culmen que, sin embargo, no es la más importante del autor.

-¿Qué relación tienen los imagineros con las hermandades?

-En general buena. Ellos siguen el proceso de creación pero, al menos lo que yo he notado, confían plenamente en mí. Cuando los llamo es cuando vienen y además no me ponen muchos matices.

-¿Tienen muchos pretendientes sus imágenes?

-En Facebook sí. Lo último que he puesto son dos Cristos y una Dolorosa y en una semana han volado. Uno se fue a Canarias, otro a Salamanca y la Virgen a Yecla. Desde el principio me empezaron a encargar cosas y, en estos años no me ha quedado tiempo de hacer algo tranquilamente porque yo quiera hacerlo. Desde 2006 los pedidos han sido a cinco o seis años vista.

-También hace las imágenes y luego las vende sin que sean un encargo.

-Es lo que pretendo, hacerlas sin que nadie me las encargue, ponerlas en Facebook y que se las lleve quien quiera. Ese es el objetivo; para trabajar sin tiempo y relajarme un poco. Si un día quiero trabajar, trabajo, y sino me voy al campo.

-La Semana Santa es uno de los acontecimientos que más polémica política y social genera. ¿Qué piensa al respecto?

-En el ser humano las polémicas son normales porque unos siempre van a estar de acuerdo y otros en contra. Son criterios de mayorías. Por ejemplo la carrera oficial; aquí arriba está bien y allí abajo creo que va a estar inmensamente mejor. Hay cofradías que tienen que desplazarse desde muy lejos pero eso pasa en otras ciudades. Por ejemplo, el Despojado de Cádiz [realizado por él] se tira más de diez horas en la calle.

-¿Cree que tiene identidad propia la Semana Santa cordobesa o se fija demasiado en Sevilla?

-Sevilla es un referente. Luego tienes los matices del cordobés, pero impera Sevilla en los pasos, en los bordados... pero no lo veo mal. Hay hermandades que sí tienen identidad propia, como Los Dolores o el Remedio de Ánimas.

-Otra de las vertientes de su trabajo es la restauración.

-Sí. En la restauración aparte de conocimientos tienes que tener criterios para no cargarte lo que otra persona ha hecho, y si puedes mejorarlo un poco. Las restauraciones que hace por ejemplo Patrimonio tienen un criterio que para la imaginería, bajo mi concepto, no sirve. He visto imágenes restauradas por Patrimonio y lo hacen con acuarelas o materiales que se puedan quitar fácilmente por si hubiera que hacerlo; y una imagen tiene cera, se toca, sale a la calle, llueve... En concreto, en Guadix salió en procesión una Dolorosa y estaba llena de chorreones. Yo pretendo no modificar el volumen en absoluto y si ha perdido la policromía, policromarla, y sino reintegrarla. Hice una restauración de una Dolorosa que estaba totalmente repintada y le habían puesto pelo con escayola.

-¿Cuál es el encargo más delicado que ha recibido?

-Uno de los más antiguos es el Niño del Carmen de Rute, que también estaba la madre para restaurar, pero aún no se ha concretado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios