Semana del Donante del Hospital Reina Sofía

La celebración de una nueva vida

  • El cordobés Rafael Plato y el granadino Diego Hernández tienen una segunda oportunidad gracias a un trasplante de corazón que le han practicado en el Hospital Reina Sofía

Diego Hernández, sentado delante de los paneles de la exposición sobre donación de órganos.

Diego Hernández, sentado delante de los paneles de la exposición sobre donación de órganos. / Laura Martín

Esta es la historia de dos personas que han vuelto a nacer, que pueden disfrutar de pequeños placeres como el abrazo de una hija o un nieto, que pueden viajar y seguir conociendo lugares, caminar, salir, entrar y, en definitiva, celebrar la vida. Porque esta es la historia de dos hombres trasplantados de corazón que hoy, con una sonrisa en los labios y con emoción en sus palabras, agradecen la solidaridad de sus donantes y sus familias.

A Rafael Plato lo trasplantaron en el Hospital Reina Sofía el 20 de enero de 2018 después de que entrara en código cero. “Fue súbito, ingresé en noviembre con una neumonía, a los dos días tuve una parada cardíaca y a partir de ahí vino todo”, explica este cordobés, que se ha tirado un año en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por las complicaciones que ha tenido después del trasplante.

Rafael, que trabajaba como enfermero en las ambulancias DECU, tenía un problema hereditario que hacía que sus arterias coronarias estuvieran mal y que dio la cara a partir de la neumonía. “Me he muerto siete veces; he tenido siete paradas antes del trasplante”, recuerda para añadir que ahora está “estupendamente, mi vida ha cambiado, estoy fuerte, animado y con ilusión”.

"He muerto siete veces; tuve siete paradas antes del trasplante", señala Rafael

“Antes no me encontraba mal, pero ahora sé que no estaba bien” porque “siempre estaba cansado, pero lo achacaba a que hacía muchas guardias y noches sin dormir, sin embargo era porque mi corazón no funcionaba bien”, manifiesta.

Rafael recuerda que tuvo “todas las complicaciones del mundo antes de trasplantarme y también después”, por lo que hasta diciembre tuvo que estar en la UCI. “Gracias a su equipo estoy aquí con ganas de vivir”, apunta. De allí salió en silla de ruedas y después de tanto tiempo conectado a las máquinas tuvo que aprender de nuevo a andar, comer y respirar.

En este camino para Rafael ha sido un apoyo fundamental su mujer, Ana, “la que ha estado conmigo en los buenos y malos momentos; se merece un premio porque nunca me ha dejado solo, siempre ha tenido fuerza para darme ánimos, cuidar a los niños y llevar la casa”. Su familia también ha sido una base fundamental:“han estado conmigo desde el principio y hasta el final”.

Ahora toca “hacer vida normal y disfrutar, y no me acuerdo de la Enfermería para nada, ya he dejado de hacer guardias”, bromea.

Rafael Plato y su mujer, Ana. Rafael Plato y su mujer, Ana.

Rafael Plato y su mujer, Ana. / Laura Martín

La otra historia sobre segundas oportunidades lleva el nombre de Diego Hernández. Hace 14 años que este granadino, que ahora tiene 70, recibió un trasplante de corazón en el Reina Sofía. Fue el 12 de octubre de 2004, una fecha que ha quedado marcada en su alma y que ya celebra como la de su cumpleaños.

Sus problemas de salud comenzaron tres años antes. Tenía mucho ahogo y dolor en el pecho, lo que lo llevó a ingresar de forma repetida en Granada. Los médicos le dijeron que podía venir por una dilatación excesiva del corazón (cardiomiopatía dilatada) debido a la práctica de deporte.

En junio de 2004 lo derivaron al Reina Sofía porque la única solución era un trasplante. Así que, después de las pruebas pertinentes, entró en la lista de espera. La llamada se produjo el 11 de octubre por la tarde, la siguiente madrugada lo operaron y no tuvo complicaciones de rechazo.

He nacido dos veces, en septiembre y en octubre; una me tuvo mi madre y la otra por un corazón de alguien que fue muy generoso y por sus familiares y aquí estoy gracias a ellos”, dice emocionado.

Su vida ha cambiado tanto en lo sentimental como en lo personal. De hecho, reconoce que “no he llorado en mi vida y ahora, por la razón que sea, se me saltan las lágrimas con cualquier cosa sin yo querer, caen solas; será que este corazón era de alguien muy cariñoso y sentimental”.

El apoyo de su familia también ha sido fundamental para Diego. “Es importante saber que tienes ahí fuera a alguien”, asegura. En su caso tiene dos hijas “maravillosas” que han estado pendientes de él. Además, en la época en la que esperaba el trasplante nació su primer nieto, del que dice que es más joven que él porque nació en mayo y su corazón llegó en octubre. Después han llegado otros dos nietos, uno de ellos Zoe, una niña que es “mi muñeca”.

“Mi vida ahora es normal dentro de los que implica un trasplante de corazón, y mis apoyos son mi familia y mis ganas de vivir por seguir viendo crecer a mis nietos”, concluye.

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