Medio Ambiente

Los antepasados del tanque de tormentas de Córdoba

Detalle del Acueducto de Segovia.

Detalle del Acueducto de Segovia. / El Día

Hace unos días, Emacsa llevaba a cabo el acto de puesta de la primera piedra del que será el primer tanque de tormentas de Córdoba, que se ejecutará en el Balcón del Guadalquivir, una infraestructura que evitará inundaciones en épocas de excesiva pluvliosidad y el vertido de residuos de tres barrios de Córdoba -San Lorenzo, Cañero y la zona del recinto ferial- al río Guadalquivir.

Tal y como relató entonces el presidente de Emacsa, Jesús Coca, "el tanque de tormentas es una gran obra de ingeniería, es un aljibe, un recinto con una extensión parecida al estadio de futbol de El Arcángel, de 105 por 45 metros más y una profundidad máxima de nueve metros, que se construye para captar todo el exceso de agua que se produzca en momentos de grandes lluvias es esos tres barrios. Ese agua llegará al tanque de tormentas a través de colectores desde esos tres barrios, y desde allí se bombeará hasta la estación depuradora de aguas residuales de La Golondrina para su tratamiento y regeneración".

El director de obra del primer tanque de tormentas de Córdoba, David Ramírez, destaca la importancia que para la gestión del agua en la ciudad tendrá dicha infraestructura, comparándola con las que en su momento tuvieron o siguen teniendo otras también obras de ingeniería construidas en diversas épocas de la historia de la humanidad tanto en España como fuera del país. "Para comprender la importancia del tanque de tormentas es imprescindible echar un vistazo al pasado; la gestión del agua y de los desechos ha sido una preocupación de la humanidad desde la antigüedad", defiende.

Ramírez pone el ejemplo de "los acueductos romanos, los molinos como los de la Albolafia o las alcantarillas victorianas; la humanidad ha trabajado incansablemente para mejorar la eficiencia y la seguridad de los sistemas de agua". El director de obra ha sentenciado que en el siglo XX, con la llegada la tecnología moderna y el conocimiento de la tecnología, "se pone en marcha unos sistemas de drenaje más sofisticados, diseñados para minimizar el impacto ambiental". Ramírez insiste en que el tanque de tormentas "es fruto de siglos de innovación y avance, una solución de vanguardia que da respuesta a problemas que hemos tratado de resolver durante muchas generaciones".

Interior de un tanque de tormentas. Interior de un tanque de tormentas.

Interior de un tanque de tormentas. / El Día

Problemas como el del transporte de agua en la antigua Roma, salvado con la construcción de acueductos. Su finalidad era transportar agua desde manantiales externos hasta las ciudades y pueblos. El agua de los acueductos se suministraba a diferentes lugares: termas, letrinas, fuentes, y hogares privados; también se empleaba para apoyar operaciones mineras, molinos de agua, granjas y jardines.

Los acueductos únicamente dejaban que se moviera por gravedad, a lo largo de un ligero gradiente de descenso global en conductos de piedra, ladrillo u hormigón; cuanto más pronunciado era el gradiente, más rápido era el flujo. La mayoría de los conductos eran enterrados bajo tierra y seguían el contorno del terreno; esquivando los obstáculos o, con menos frecuencia, atravesando un túnel.

En España, uno de los acueductos que han llegado vivos hasta nuestros tiempos es el que llevó agua a la ciudad de Segovia hasta 1973.  Su construcción data de principios del siglo II, a finales del reinado del emperador Trajano o principios del de Adriano. La parte más visible, y por lo tanto famosa, es la arquería que cruza la plaza del Azoguejo. Conduce las aguas del manantial de la Fuenfría, situado en la sierra cercana a 17 kilómetros de la ciudad, en un paraje denominado La Acebeda. Recorre más de 15 km antes de llegar a la ciudad.

Otro sistema crucial en la gestión del agua, como Ramírez destaca, fue el de la red de alcantarillado victoriano creado en Londres, toda una obra de ingeniería de la época. Ese sistema de alcantarillado se le encargó a a Joseph Bazalgette. La mayor parte de la obra se realizó entre 1859 y 1865. Se necesitaron 318 millones de ladrillos, 670.000 metros cúbicos de cemento y se excavaron 2,7 millones de metros cúbicos de tierra. El proyecto consistía en la construcción de seis interceptores de 132 kilómetros de longitud que recogían el flujo de 720 kilómetros de colectores alimentados por los 21.000 kilómetros de alcantarillas más pequeñas existentes en las calles.

Después, Bazalgette proyectó el Thames Embankment, dique en la orilla norte del río Támesis bajo cuya superficie se halla el interceptor principal de bajo nivel del sistema de alcantarillado procedente del oeste, diversas tuberías de distribución de agua potable e incluso parte algunas líneas del metro de Londres. Durante este mismo período, la red de suministro de agua de Londres se expandió y mejoró. 

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