Córdoba

"Estoy muy agradecido al personal del hospital, pero quien de verdad te salva la vida es el donante"

Julio César O'Rourke, con su hija menor.

Julio César O'Rourke, con su hija menor.

Una fibrosis pulmonar de origen desconocido llevó a Julio César O'Rourke a necesitar un trasplante de pulmón para seguir viviendo. Hace unos cinco años que este gaditano comenzó a tener dificultades para respirar. Insistiéndole al médico, le encargó una placa en la que vio "algo raro" y lo derivó al neumólogo. Este le hizo lo que parecían "tres preguntas tontas, me dio un primer diagnóstico y me dijo que me iba a proponer para un trasplante", explica Julio César. 

Así que de Rota viajó hasta Córdoba para que en el Hospital Reina Sofía (centro de referencia en Andalucía de trasplante pulmonar) le hicieran las pruebas previas a meterlo en lista de espera. Efectivamente, era candidato porque "lo mío no iba a mejorar, de hecho progresivamente iba a perder calidad de vida", como luego pudo comprobar. El doctor Vaquero le aseguró que "no había otro camino".

Julio César, que tiene 56 años, había sido fumador (hasta tres paquetes al día), aunque hacía 13 años que lo había dejado, pero el daño a los pulmones ya estaba hecho, lo que aceleró el proceso de la fibrosis quística.

La llamada para decirle que había un posible pulmón para él fue el 27 de diciembre de 2019. Estaba con sus dos hijos mayores porque su pareja y su hija pequeña habían viajado a Madrid y estaban a punto de almorzar cuando sonó el móvil. Era el doctor Vaquero

 "En esos momentos pierdes la cabeza", asegura. Cogieron lo esencial de su casa y pusieron rumbo a Córdoba. A las tres horas de estar en el Reina Sofía -en las que comprobaron la compatibilidad- entró a quirófano. Salió el 28 de diciembre para ingresar en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

Julio César O'Rourke y sus dos hijos mayores, el día que recibió la llamada del trasplante. Julio César O'Rourke y sus dos hijos mayores, el día que recibió la llamada del trasplante.

Julio César O'Rourke y sus dos hijos mayores, el día que recibió la llamada del trasplante.

Una vez en el hospital, se calmó y lo tomó "con la esperanza de que iba a poder recuperar mi vida", aunque el miedo seguía acompañándolo. "Todos los trasplantados compartimos el miedo al rechazo al órgano", confiesa, aunque lo primero era "salir del quirófano".

Julio César siempre ha tenido una vida muy activa y practicaba mucho deporte. Precisamente, notó que algo le pasaba en una ruta subiendo el monte Igueldo, en San Sebastián: se quedó a mitad de camino porque se ahogaba y sus piernas no respondían. Fue entonces cuando acudió al médico por primera vez.

Después vinieron los resfriados, que cogía "uno detrás de otro", y los episodios de tos. Fue todo "muy progresivo" porque "esa enfermedad no se nota hasta que ya te caes porque el cuerpo no puede más y te das cuenta de que algo no funciona bien", señala. Llegó un momento en el que tuvo que ir con un carrito portando la botella de oxígeno, que luego cambió por una mochila para poder moverse mejor.

"El cansancio es continuo, no duermes bien y roncas porque no puedes respirar", así que ahora está "educando" su mente para que entienda "que puedo respirar con normalidad". Y además "el que te ve piensa que estás sano porque es una enfermedad que va por dentro", añade.

Una vez que termine el confinamiento espera "poder recuperar" su vida porque salió del hospital el 14 de febrero "pensando que podíamos planificar nuestros viajes y nuestras cosas" y se topó con una pandemia mundial. De hecho, lleva confinado desde ese 14 de febrero porque cuando llegó a su casa estaba aún algo dolorido y en esas semanas no quiso salir.

Como forma parte de la población de riesgo, sale poco a la calle y con mucho cuidado porque aunque él lleva mascarilla, hay mucha gente que no se la pone porque "se creen que a ellos no les va a pasar nada, pero deben entender que ellos también transmiten y hay muchas personas vulnerables". Aún así, "trato de hacer una vida normal con mi mascarilla y mi gel e intento no ser paranoico".

Julio César está "muy agradecido a todos los profesionales del hospital", pero es consciente de que "el que de verdad te salva la vida es el donante y su familia; ese acto solidario es el regalo más grande que se puede dar". "Lo que no te puedes llevar, se queda aquí salvando vidas y la gente tiene que concienciarse de que hay miles de personas esperando no esa segunda oportunidad, sino retomar su vida", concluye este gaditano.

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