Carmen, trasplantada de riñón en el Reina Sofía: "Todos los días agradezco al donante y su familia su gesto tan bonito"
Sanidad
Con 23 años, esta cordobesa tuvo un fallo renal que la llevó a estar en una situación crítica, "al borde de la muerte"
Tras casi cuatro años en diálisis, recibió un injerto renal el pasado mes de marzo
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El verano de 2020 supuso un antes y un después en la vida de Carmen Castro, una cordobesa que entonces tenía 23 años. Ella era "una chica totalmente normal" que hacía tres meses había pasado el covid-19, pero tenía síntomas que no sabía de dónde procedían como diarrea, dolor de cabeza y náuseas constantes. El médico de familia le dijo a sus padres que la llevaran a Urgencias porque él "no sabía qué hacer" con ella.
Y allí fueron. Cuando llegó a las Urgencias del Hospital Reina Sofía, pasó por el triaje, donde le hicieron una analítica y "rápidamente" la metieron en Críticos porque sus riñones "llevaban un tiempo sin funcionar y tenía todas las toxinas acumuladas en el cuerpo, por lo que podía sufrir un paro multiorgánico". "Estaba al borde de la muerte y no lo sabía", reconoce. Le hicieron una biopsia para ver por qué le había sucedido eso y a la semana entró en diálisis, donde ha estado casi cuatro años, hasta el pasado 25 de marzo, cuando por fin recibió un trasplante de riñón.
Pero, ¿cómo asume una chica con una vida normal, de 23 años, que su situación es crítica? "¡Qué barbaridad!", recuerda Carmen, añadiendo que tras su ingreso "iba empeorando por días; los médicos me estaban mejorando internamente, pero yo me encontraba cada vez peor". Pasó un mes hasta que le pusieron todos los catéteres y le ajustaron la diálisis. Fue "un shock" porque ella anteriormente había tenido problemas de salud, pero "no había sido una enfermedad crónica". De hecho, la enfermedad renal es secundaria a su patología principal y fue la forma en la que esta dio la cara. Gracias a esto descubrieron que tiene vasculitis autoinmune, que causa inflamación de los vasos sanguíneos de diferentes órganos.
En principio, los especialistas del Reina Sofía pensaron que solo había afectado a la función renal, pero en el verano de 2023 se dieron cuenta de que también le había dañado la tráquea: no podía respirar ni hablar bien. Así que ha tenido más ingresos por su enfermedad principal.
Sin embargo, en esa primera hospitalización es cuando peor lo pasó porque "cada día ocurrían muchas cosas y yo no me lo esperaba, era un palo tras otro y muchísimo dolor físico y psicológico". Desde el principio, los médicos le aclararon que si quería salir de la diálisis la única opción era el trasplante renal. Sus padres se ofrecieron para donar un riñón y su madre era compatible, pero cada uno de sus órganos tenían algo que podría hacer que no funcionaran bien en su hija, así que los doctores lo desestimaron.
Cuando volvió a su casa, no quería hablar ni ver a nadie y estaba muy irritable. Entonces, fue a la psicóloga de la Asociación para la Lucha contra las Enfermedades de Riñón (Alcer) para recibir ayuda. Al principio, no quería salir de casa, luego "no quería entrar, me hacía las diálisis súper rápido y quería vivir la vida". "Pasé por muchas fases, pero siempre intentando adaptar la diálisis a mi vida", reconoce. Carmen señala que a ella la enfermedad la pilló "muy joven y cuando eres joven lo ves de otra manera, te cuesta más y luchas más".
De la diálisis al trasplante
Su primera diálisis la hizo en el Centro del Perpetuo Socorro, en Ciudad Jardín, pero una vez estabilizada, los médicos vieron que podía hacérsela en casa. Hasta que Carmen dejó de orinar y esa diálisis peritoneal ya no le servía. "Ese fue el punto de inflexión en mi enfermedad renal porque a partir de ahí todo fue para atrás", resalta. "No echaba ni una gota al día de pipí, por lo que mis riñones habían perdido la mínima función que tenían de orinar", añade. Tuvo que volver al Centro del Perpetuo Socorro y fue allí donde recibió la esperada llamada del trasplante.
Antes ya la habían llamado tres veces por un posible riñón para ella y estaba tan nerviosa que le iba a "explotar el corazón", pero "nunca era para mí", asevera. Así que se autoprometió que la próxima vez iba a estar tranquila. Así fue. Era su segundo día en el centro de diálisis y la sentaron en la misma máquina en la que empezó en 2020. Para ella fue una corazonada porque "se estaban cerrando los ciclos". Al siguiente día, llegó a la diálisis y al rato le sonó el teléfono. Cuando llegó al Reina Sofía, había cinco personas candidatas al trasplante renal y ella y un chico fueron los "elegidos"; los más compatibles. "No tengo palabras para expresar lo que sentía en ese momento, cuando me dijeron que sí estaba eufórica, súper contenta", recuerda.
Cuando salió de quirófano, estuvo en Reanimación siete horas y subió a planta. Al principio estaba muy feliz, sobreexcitada, pero a los dos días "vino el bajón y los dolores" ya que el órgano tenía que adaptarse y la vejiga tenía que agrandarse después de haber estado inutilizada. A los 12 días le dieron el alta y desde entonces sigue con revisiones periódicas. "El riñón, por suerte, va fenomenal" y Carmen solo tiene "palabras de agradecimiento para los médicos y, sobre todo, para los familiares que quisieron donar los órganos y para el donante, que es el principal actor en todo esto", resalta. "El trasplante me ha devuelto la vida que no tenía antes porque estaba muy malita", de hecho, "todos los días le agradezco al donante y su familia el gesto tan bonito" que tuvieron.
Su vida ha cambiado "radicalmente en todos los sentidos" ya que ahora no necesita una máquina para vivir, orina y tiene más calidad de vida, pero "tener un riñón que no es tuyo también un precio". En este sentido, explica que, como cualquier trasplantado, tiene que tomar inmunosupresores para siempre que tienen efectos secundarios. Por ejemplo, "tengo que tener mucho cuidado con la exposición al sol, con no coger resfriados, no ir donde haya acumulación de gente como festivales...". Pero "si ahora tengo que estar sentada en una terraza, me gusta mucho más", concluye.
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