Juan Carlos Robles: "Que Córdoba esté entre las primeras del mundo en donación de órganos es trabajo de toda la sociedad"
Entrevista al coordinador de Trasplantes del Hospital Reina Sofía
El intensivista repasa su trayectoria y vivencias en el programa de donación y trasplantes, del que es responsable desde 1997
Aplican con éxito la inteligencia artificial para emparejar a donantes y receptores en trasplantes de hígado

Córdoba/El doctor Juan Carlos Robles (Linares, 1959) llegó en 1989 al Hospital Reina Sofía, donde ha desarrollado toda su trayectoria como intensivista y como coordinador de trasplantes desde 1997, un trabajo que le hace tan feliz que, a pesar de que pronto cumplirá 66 años, no piensa en el momento de la jubilación. Al contrario, asegura que cada día llega antes al trabajo y tiene "la misma ilusión del primer día". Además, es jefe de sección de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), el lugar donde pasa la mayor parte de su jornada atendiendo a pacientes que están en una situación crítica, entre ellos los que esperan un trasplante, y también detecta a los posibles donantes de órganos. A las puertas de la XXIII Semana del Donante, repasa su trayectoria y sus vivencias en este apasionante mundo. Y recuerda: "La donación es generosa, solidaria y altruista; tenemos que donar para que los pacientes que están en lista de espera tengan más posibilidad de recibir el trasplante".
Pregunta.¿Por qué elegió Medicina Intensiva?
Respuesta.Era una especialidad que me atraía bastante. Entonces, era nueva totalmente y muy desconocida, pero llevaba consigo a aquellos pacientes en situaciones muy críticas que necesitan una visión muy general y conocer la fisiopatología para sacarlos adelante. Mi idea era trabajar con el paciente crítico. Y me vine a Córdoba para hacer mi periodo de formación porque el Reina Sofía se veía como uno de los hospitales pioneros de toda Andalucía. La Unidad de Medicina Intensiva incluía todo tipo de patologías que en ese momento no se podían ver en otras unidades. Es decir, teníamos trasplante de corazón y el de hígado se iba a poner en marcha en los años siguientes. Teníamos posoperatorio de alta cirugía y un servicio de cirugía magnífico encabezado por don Carlos Pera. Me vine con la idea de formarme y luego trasladarme a otro sitio, pero cinco años aquí te hacen ver las cosas de otra forma. A pesar de que cuando terminé me ofrecieron un trabajo en Granada, donde estudié la carrera, mi segundo jefe de servicio pensó en mí y me dijo que le gustaría que me quedara con él porque se iba a abrir el programa de trasplante de pulmón. Así que me quedé como adjunto. Estuve tres meses en EEUU en la Universidad de Pittsburgh viendo el trasplante de pulmón, el trasplante de corazón, todo lo que son las asistencias... Volví y aquí sigo, desde el año 89. Me impregnó lo que llaman el espíritu del Reina Sofía, que no sé lo que será, pero te engancha al hospital, a los pacientes, a los compañeros y a la forma de trabajar.

P.¿Qué recuerdos tiene de sus inicios en el programa de trasplantes?
R.Aparte de recordar a otros coordinadores de trasplantes como Alfonso del Castillo, Rafael Toribio o Rafael Guerrero, no puedo olvidar a mis queridos amigos, Bibian Ortega y José Luis Medina. Ellos eran coordinadores de enfermería, pero tenían un bagaje impresionante. Yo soy de su escuela, de los que empezamos a trabajar, no miramos la hora y cuando terminamos nuestro trabajo, nos vamos. Son mis auténticos maestros. Empezamos a trabajar y cada vez íbamos creciendo más. Uno de mis objetivos fue intentar concienciar a los compañeros de los servicios donde entraban posibles pacientes a los que, después de realizarles el tratamiento, fallecían porque tenían una enfermedad grave, hemorragias cerebrales masivas o un traumatismo craneoencefálico severo. Se hacía todo para salvarles la vida, pero desgraciadamente la situación era mala. Fui concienciándolos para que cuando tuvieran algún paciente sin posibilidad de tratamiento, me lo comentaran. Entonces, yo subía a la planta, hablaba con la familia y le explicaba todo el proceso. Les preguntaba qué hubiera querido el paciente cuando falleciera, si le hubiera gustado ayudar a otras personas. Algunas familias me decían que sí, que esa persona era buena y generosa, y yo les informaba de los siguientes pasos a dar. Y la tasa de donación fue incrementándose en los años siguientes. Desde el año 97 hasta ahora mismo, todavía sigo con el mismo ímpetu y con la misma alegría para trabajar.
Desde el año 97, todavía sigo con el mismo ímpetu y con la misma alegría para trabajar"
P.¿Qué ha aprendido a nivel personal con este trabajo?
R.La coordinación de trasplantes da mucho a los profesionales porque te permite hablar con la familia en esos momentos duros, también a ponerte en su lugar para saber cómo tienes que dirigirte a ellos. Uno de los mensajes fundamentales es tratar a la familia como te gustaría que trataran a tus familiares o a ti mismo, y hacer las cosas como te gustaría que hicieran contigo. Creo que el médico, además de ayudar a salvar vidas, tiene que consolar a las familias, ese es uno de los puntos claves de la medicina y del trabajo del profesional de la sanidad. Creo que la coordinación de trasplantes te da todas esas posibilidades de ampliar tu conocimiento en cuanto a lo que es la vida en sí, en cuanto a lo que es la medicina, en cuanto a las relaciones con otras especialidades y factores externos como serían los juzgados, los forenses, los medios de comunicación, la sociedad, las asociaciones de trasplantes... Es decir, que te hace crecer no solamente como médico, sino como persona. Yo le debo mucho a la coordinación de trasplantes y, lógicamente, al Hospital Reina Sofía por confiar en mí en este trabajo durante tantos años.
P.Ahora la donación de órganos es más conocida, pero ¿cuando usted empezó cómo reaccionaban las familias cuando les planteaba este tema?
R.Al principio no lo veían muy claro, entonces teníamos que ejercer una labor de concienciación y, al mismo tiempo, no solamente de petición del órgano, sino en primer lugar informar porque a veces incluso si fallecía una persona con 70 años había que explicarle a la familia la posibilidad de ser donante porque decirnos que sí es abrir la oportunidad para que los especialistas veamos esos órganos y puede que alguno de ellos sirva para ayudar a otros pacientes. Si era una persona generosa, solidaria y le gustaba ayudar a otras personas, ¿por qué no? En esos momentos finales de la vida, cuando alguien ha fallecido, posiblemente, esté donde esté, nos verá y estará contento y satisfecho de que esos órganos han ayudado a alguien. Todo eso ha ido cambiando, la sociedad cada vez está más informada, los pacientes trasplantados salen en los medios de comunicación, así que todo eso hace que la gente vaya cambiando y pensando en la donación. Y para eso es muy importante comunicar nuestros deseos a nuestros seres queridos. Pero todavía hay que seguir informando y llegando a la sociedad. Que seamos el primer país en donación no quiere decir que nos echemos a dormir: hay que seguir trabajando y manteniendo el sistema para que todas aquellas personas que se encuentren en lista de espera puedan recibir un órgano.

P.Cuando al fin lograba convencer a una familia, ¿qué sensaciones recuerda? ¿Son las mismas que siente hoy día? No sé si convencer es la palabra adecuada.
R.No, no es convencer. Yo diría que es informar y decirle que nuestros órganos, cuando fallecemos, no nos sirven para nada. Todos tenemos un día y una hora, pero es importante que nuestros órganos puedan quedarse para ayudar a otras personas. Porque no olvidemos que hay más de 5.000 pacientes en lista de espera en toda España. Somos los portavoces de aquellas personas que se encuentran en esa lista de espera para que esa generosidad y solidaridad de las personas que mueran se traduzca en que puedan recibir su tratamiento, que es el trasplante. Es un acto de satisfacción, de orgullo personal y de agradecimiento a esa familia. Más de una vez te tragas las lágrimas porque cuando tú hablas con una familia que ha perdido a su hijo, que ha salido de viaje y no ha vuelto, o unos hijos que han perdido a su padre o a su madre, son situaciones muy duras. Si la familia lo tiene claro, y la persona que ha fallecido lo tenía claro, la situación fluye un poco más. Pero, a pesar de eso, te sigue tocando el corazón. Yo tengo las mismas sensaciones que tenía el principio, hace más de 25 años. Cada donación, cada entrevista, es única e irrepetible porque cada ser humano y cada familia es única e irrepetible. Yo he vivido situaciones de donaciones de gente de Rumanía, Sudamérica o Marruecos, que he tenido que llamar por teléfono para hablar con la familia a sus países. Mi trabajo es hablar con la familia, informarles. Si me dicen que no, pues me siento un poco frustrado, pero para mí todas las familias merecen el máximo respeto en esos momentos de dolor.
El médico, además de salvar vidas, tiene que consolar a las familias; ese es uno de los puntos claves de la medicina"
P.¿Cómo surgió la Semana del Donante?
R.El Día del Donante de Órganos es el primer miércoles de junio y aquí pensamos en cambiar un poco el chip. Había cuatro asociaciones de trasplantados, pues en lugar de ser un día, intentarmos hacer una semana. Los primeros años teníamos que pedirle permiso al gerente para que nos dejara una mesa y unas sillas que sacábamos a la calle con nuestras propias manos. Ahora es mucho más fácil porque todo el mundo está más concienciado, pero los primeros años fueron muy complicados. Empezamos escribiendo cartas a personalidades y colectivos para que vinieran, como a la que entonces era nuestra alcaldesa, Rosa Aguilar. Si venía al Gran Teatro Lola Herrera la invitábamos, llamamos a Espartaco, a Finito... Traíamos a personalidades que atraían mucho a la gente y se hablaba de donación, que era lo que nosotros queríamos. Le añadimos una eucaristía, una marcha por Córdoba con nuestras camisetas rojas... Así empezamos y así seguimos, cada vez con más actividades. Que Córdoba esté situada entre las primeras provincias de España y del mundo en donaciones por millón de poblaciones no es trabajo del coordinador, aunque tal vez pongamos nuestro granito de arena, es trabajo de toda la sociedad.
P.¿Hay historias que se quedan grabadas en la mente, incluso caras que no ha olvidado?
R.Sí, muchas caras. Cada donación de órganos es una historia y siempre te quedan muchas grabadas, como familias que han perdido a su hijo, esos chavales que salen a dar una vuelta por ahí con la moto y esa es la última visión que tienen sus padres. Son momentos muy duros y difíciles y tienes que tener esa sensibilidad. Te tragas las lágrimas y, a veces, pues no te las tragas, y se saltan las lágrimas porque somos coordinadores de trasplantes, pero somos seres humanos. Esa sensibilidad no se pierde nunca. Yo le digo a mis compañeros que después de tantos años voy a peor, tengo más sensibilidad. Cuando hay un acto de donación, al cabo de un tiempo mandamos una carta de agradecimiento a la familia. Creo que eso también es importante, los consuela mucho. Prefiero no contar historias concretas, pero fundamentalmente las que más duelen son las de los niños, una muerte inesperada, una hemorragia cerebral por la que una persona cae fulminada... Ante todo, tienes que mantener siempre la discreción total y absoluta. Como coordinador de trasplantes no puedes dar ningún dato, nunca jamás, para que no haya asociación entre la persona que ha recibido ese órgano y la familia que ha donado. Y cuando hay alguna duda, hay que cortarla rápidamente.

P.Igual que hace falta una sensibilidad especial para formar parte del programa de trasplantes, también requiere mucho sacrificio.
R.Claro, ser médico de un equipo de trasplante lleva un sacrificio, lógicamente, porque hay que estar disponible las 24 horas del día los 365 del año. Es decir, tiene que haber dos cirujanos torácicos, dos cardiovasculares, dos nefrólogos y dos de todas las especialidades para que se vayan alternando. Para mantener un programa de trasplantes necesitas a un cirujano, pero ten en cuenta que esos cirujanos no solamente trasplantan, sino que también operan todos los días y pasan consulta todos los días. Es decir, diríamos que hay una sobrecarga adicional, lógicamente. Lleva consigo un esfuerzo y un sacrificio por parte de todos los profesionales dedicados al mundo del trasplante.
Cada donación de órganos es una historia y se te quedan muchas grabadas"
P.¿Hay relevo generacional? Hace unos meses, el doctor Briceño, director de la Unidad de Cirugía General y Digestiva, dijo que hay un problema con los programas de trasplante en ese sentido.
R.Depende de los diferentes programas. Hay servicios que tienen una gran presión asistencial y a veces es complicado. Es verdad que necesitas una dedicación extra a tu trabajo diario y eso, a veces, con el dinero no se consigue. Hay gente que dice: "yo no quiero que me dé usted más dinero, quiero estar un poco mejor, y si tengo que estar localizado una semana o 15 días al mes, no me interesa". Entonces, son situaciones, como bien refería el doctor Briceño, que hay que remodelar y para ayudar a que haya gente joven que se vaya incorporando. Lógicamente, para ser un cirujano o anestesista de trasplantes se necesita un periodo de formación. Y ese periodo de formación, cuando la gente o los compañeros ven que hay un gran esfuerzo y reciben poco a cambio, a veces cuesta. Yo creo que con el esfuerzo y el sacrificio se consiguen las cosas. La Consejería siempre intenta ayudar también a que todo funcione lo mejor posible y solucionar los problemas. Hay que incentivar los programas de trasplante. Si hacen falta camas, hay que incrementar el número de camas. Si hace falta un profesional, hay que incrementarlo. Pero no solamente eso, sino en toda la sanidad: hay que hacer una buena gestión de la sanidad y de los recursos que tenemos, que son finitos, para que ningún paciente vea mermada su atención.
P.En el caso concreto de la coordinación de trasplantes, ¿hay relevo?
R.Nuestro equipo de trasplante está formado por el coordinador sectorial, el doctor José María Dueñas; dos adjuntos de la coordinación, Purificación Carmona y Rafa León; tres coordinadoras de enfermería, María José Rodríguez, Rafa Vigara e Isabel Jurado; y por mí, que soy el coordonador hospitalario. Es necesario que tengamos gente. Durante muchos años estuve solo y me he levantado de la mesa de comer, me he salido de una procesión porque me sonó el busca que llevaba las 24 horas del día, estando de vacaciones a veces tenía que venir también, y cosas inverosímiles. Me llamaban y tenía que venir zumbando. Estaba solo con José Luis Medina y Bibián Ortega. A veces, les decía que me echaran una mano porque si no es que me iba a morir. Lógicamente, tengo que agradecer todo esto también a mi mujer, Montse, y a mis hijos, que han sufrido esa dedicación que he tenido al hospital. Sin el apoyo de mi mujer creo que no podría haber ejercido el trabajo de coordinador de trasplantes y la dedicación tan intensa que he tenido.
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