Córdoba-levante · la crónica

Con palos, el jazmín huele (1-0)

  • Agarrado a una notable intensidad y con claridad para lanzar transiciones rápidas, como la del gol, el Córdoba recupera sensaciones con una balsámica victoria sobre un inoperante enemigo.

¡Qué bien sienta vencer! La placentera sensación de salir del campo con una victoria apareció otra vez por El Arcángel. Y lo hizo en el mejor momento y de la mejor manera. Porque el Córdoba encaró la visita de un Levante líder e invicto tras tocar fondo en Huesca y en pleno declive tanto de juego como de resultados, lo que empezaba a ser una peligrosa amenaza para el futuro. Más si cabe porque las críticas, para todo lo deportivo y sobre todo lo extradeportivo, se acumularon en una semana en la que se habló de todo menos de fútbol, en la que la pelota pasó a un extraño segundo plano. Pero como ya hizo tantas y tantas veces en el pasado, el reciente y el no tanto, el equipo ganó, y con relativa solvencia, minimizando las muchas virtudes de su enemigo con un partido notable, que rozó la perfección en la primera media hora y que debió haber terminado con algún gol más que el de Guille Donoso en la cuenta local. Con intensidad y solidaridad en el esfuerzo sin balón y un punto más de claridad para lanzar transiciones rápidas, a pocos toques, tras recuperar la posesión, el conjunto blanquiverde recobró sensaciones y se marchó del campo satisfecho. Ahora sólo falta dar continuidad a lo ofrecido ante uno de los claros candidatos al ascenso para entrar en esa misma pelea con todas las de la ley, algo que con la confianza que otorga el triunfo y la vuelta de las virtudes sobre las que está obligado a crecer este CCF -léase puerta a cero, compromiso para morir cuando el esférico lo tiene el contrario y acierto cuando se pisa el área más lejana-, a buen seguro que será un punto más fácil. Es el camino, y no hay que salirse de él. 

Con sólo dos novedades en el once, aunque claves para tratar de solventar los problemas defensivos y en la construcción del juego, el Córdoba apareció sabiendo qué tenía que hacer para neutralizar al cuadro granota, que llegaba como un tiro, henchido de elogios. Oltra insistió durante la semana en la obligatoriedad de cerrar la sangría defensiva para tomar aire en la clasificación. Y el equipo juntó líneas, apretó y se mostró sólido como una roca. Cómodo en su medio campo, sin importarle lo más mínimo el mayor control de pelota de salida del Levante aprovechando su superioridad por dentro, el Córdoba dejó hacer y robó con suficiencia. Y a partir de ahí se notó la presencia de Caballero, el más capacitado para templar y lanzar, especialmente a Antoñito de inicio, pero también a un Cisma que se incorporó más y mejor. La idea no era otra que aparecer sin dar opción de repliegue al rival. Y así llegó el tanto de Guille Donoso tras una brillante asistencia de Rodri y la pasividad de la zaga, especialmente de un Remiro que ya abandonó su portería vendido al verse en clara desventaja. Papeles cambiados, pero la misma alegría al poner la primera piedra hacia la ansiada recuperación. 

El tanto cambió poco el decorado del partido, más bien reforzó la idea del Córdoba, que pasó a estar más cómodo en sus labores de destrucción, sin renunciar ni un ápice a hacer cosas con balón gracias en parte al criterio y la calma de Caballero, poco amante de la precipitación. Así, ante la falta de clarividencia de los mediocampistas visitantes, nublados al verse delante de una muralla prácticamente impenetrable por el generoso esfuerzo del grupo, el cuadro cordobesista fue dando pasos hacia el crecimiento. Y hasta se gustó, como en una jugada de tiralíneas desde el área propia que mereció el gol de Guille Donoso, aunque esta vez Remiro sí salió bien. El asturiano aparecía, por fuera y por dentro, y se atrevía con casi todo. Buscó conexiones con Alfaro y con Rodri, los más adelantados, aunque la opción más clara para el segundo llegó tras un córner que acabó con un disparo de Bijimine y el engaño de Cisma que casi sorprende al meta levantino. 

El CCF había tenido el segundo en un par de llegadas, y casi se encuentra el empate en la primera aproximación del Levante, si bien Pawel apareció, salvador, para despejar el derechazo de Roger. Quizás ese susto, en el que faltó contundencia en la medular, sirvió para concienciar más al grupo, al que no le importó juntarse con dos líneas de cuatro casi en su balcón del área para frenar las acometidas de su adversario. Básicamente porque sabía que no era para siempre, por la facilidad con la que lograba salir, rápido, hacia el portal contrario. Para muestra, una nueva intentona de Guille con Rodri que tuvo que abortar tirándose al suelo Chema Martínez cuando el soriano ya se disponía a fusilar a Remiro. El primer tiempo acabó con la sensación de que el triunfo era hasta corto... y el miedo de que el perdón se volviera en contra tras el paso por los vestuarios. 

Porque se esperaba un Levante diferente por la presumible bronca de Muñiz. Y de salida apareció con Montañés por la izquierda, lo que ya obligaba más en tareas defensivas a Antoñito. Pero más allá de nombres, el conjunto granota no estaba metido de lleno en el encuentro. Y lo demostró de nuevo su errático meta, que pifió un despeje y luego salvó el disparo lejano de Rodri con el cuerpo, sin tirar de manopla. La ausencia de ideas, que seguían sin aparecer al superar la línea de medios, obligó entonces al técnico visitante a mover ficha. Primero retrasando unos metros a Campaña, luego mandando al banco al sevillano para pasar a jugar con dos puntas, con Rafael Martins junto a un desaparecido Roger. Esa variante táctica lideró la ofensiva valenciana, pero también abrió más espacios a la espalda de su retaguardia. Un caramelo apetitoso para los atacantes cordobesistas, que llegaban y llegaban sin encontrar el premio gordo. Guille puso dos o tres balones de gol, especialmente uno que ni Rodri ni Alfaro a la carrera consiguieron empujar a la red. Luego fue el soriano el que probó fortuna con una volea tras pase de Alfaro, pero no encontró siquiera portería. 

Sin puntería, quien más y quien menos empezó a temerse lo peor, por mucho que el Levante siguiera sin dar apenas señales de su existencia ofensiva. Porque con su poder, tarde o temprano tenía que aparecer. Lo hizo primero con un disparo de Montañés que despejó Pawel a córner; luego con otro intento de Rafael y principalmente con un zurdazo del extremo que Deivid sacó casi en la boca de gol. Ese par de sustos y el paso de los minutos bajo un intenso calor llevaron a Oltra a buscar en el banquillo el oxígeno que empezaba a faltar en el verde. Era el momento de ver a Bergdich, con metros por delante y el apoyo continuo de Cisma, aunque si a alguien no le interesaba convertir el partido en un ida y vuelta era precisamente al Córdoba. De hecho, Montañés volvió a asustar tras una buena combinación dentro del área con Roger que terminó con Luso sobre el terreno de juego. La respuesta inmediata del técnico fue relevarlo por Edu Ramos para mantener fuelle en el medio. Con apenas diez minutos, lo que tocaba era morir defendiendo la renta obtenida, con posesión o con trabajo, o con una mezcla de ambos, sin pérdidas -Caballero tuvo un par de ellas que inquietaron a más de uno- y con el apoyo de una grada que se percató de que era la hora de sumar desde fuera. Porque los palos ya llegaron y, tras ellos, el jazmín huele de nuevo. Ojalá se mantenga por mucho tiempo. Sería la mejor noticia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios