Décimo primera de San Isidro

David Galván le toma la medida a Madrid

David Galván durante el festejo.

David Galván durante el festejo. / EFE

La cita de este miércoles, inexcusablemente, se iba a vivir con la resaca que acompaña las puertas grandes. La eclosión de Jarocho ya se puede considerar uno de los sucesos de esta isidrada que se acerca al ecuador. Pero el argumento de la corrida de ayer obedecía a otros parámetros. El cartel reunía tres nombres aún jóvenes, pendientes de eclosión definitiva. Para ellos se había encerrado un envío de Lola Domecq marcado con el clásico hierro de El Torero que brindó seriedad en las fachadas y desigual rendimiento en la muleta.

El más antiguo de la terna, David Galván, llegaba a los Madriles acompañado de ese secreto placet de los profesionales y una indeclinable voluntad de ponerse en la senda. El diestro de San Fernando iba a sortear un primero -ofensivo, zancón y rabicorto- que se desplazó sin clase ni rumbo en los primeros tercios. Galván se puso a torear sin probaturas, dando el pecho a una movilidad informal, casi moruchona, que sólo sirvió para poner a prueba su firmeza, mostrar entrega y matarlo con autoridad.

Pero lo mejor estaba por llegar. El cuarto iba a andar a su aire en el primer tercio sin atender a los capotes, pivotando de caballo a caballo y galopando con alma de manso hasta que lograron picarlo a modo. El panorama se iba a mantener en banderillas, con los hombres de plata intentando buscarles las vueltas para dejar los palos. Todo iba a cambiar cuando Galván tomó la muleta toreando genuflexo y en redondo; sorprendiendo en el desprecio y gustándose en el de pecho.

El gaditano siguió por redondos, se relajó en un cambio de mano y se echó la muleta a la izquierda abrochando con un ramillete de trincherillas -cómo gustan en Madrid- antes de tomar la espada con sentido de la oportunidad cerrando la sorprendente y breve faena -nadie podía esperar que creara algo así con un toro tan desabrido- como la había empezado: gustando y gustándose por bajo. El acero entró por arriba y la plaza se llenó de pañuelos. Galván, inteligente y esteta, le había sabido tomar la medida a Las Ventas regalándole lo que más le embelesa. Ya lo dijo un viejo torero: esto es de listos.

Alvaro Lorenzo, de Toledo, acudía a la cita venteña con el reto de volver a subirse al trampolín que rondó no hace tanto. Para él fue el pavo que hizo segundo que estuvo cerca de derribar al jaco rompiéndose los riñones en el peto. El bicho llegó a la muleta anunciando cosas buenas pero un punto lastrado de fuerzas. Lorenzo midió distancias y alturas buscando administrar a un animal que, sin hacer cosas feas, no llegó a romper por completo en una labor de largo sobo que no pudo concretarse. La espada iba a caer baja y al tercer viaje. Le quedaba el quinto, seguramente el más potable del envío de los campos gaditanos, al que acabaría toreando con templanza en una faena mejor estructurada en su inicio que en su final. Lorenzo encontró su mejor tono en las rondas de naturales, con el toro humillado en la muleta pero la tensión acabaría declinando. Hay oportunidades sin vuelta.

La estrella de Ángel Téllez, toledano también pero de la taurina Mora, se entornó después de ese triunfo fulgurante en la isidrada de 2022. ¿Había sido flor de un día? Téllez volvía a Las Ventas con el hándicap de devolver esas ilusiones y lo hizo con un tercero tan voluminoso como escaso de trapío que salió suelto del caballo, esperó en banderillas -el segundo tercio duró una eternidad, resuelto por el Niño de Aravaca- y llegó a la muleta sembrando demasiadas dudas. El torero de Mora de Toledo se mostró decidido sorteando unos viajes en los que había más disparos que embestidas de calidad. El astado planteó demasiados problemas -escondía un peligro sordo- mientras el torero sentía la incomprensión de la plaza. La cosa se iba a complicar después de agarrar medio espadazo tendido que necesitó del descabello. Téllez iba a cerrar la corrida con un sexto que quedó enhebrado a la vara de picar. Fue un toro sin clase, de medias embestidas y falta de entrega al que iba a pasar comprometido y desesperanzado. Le acabó echando mano con saña hasta dos veces y lo remató con el descabello al borde del tercer aviso.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios