El sonoro anuncio de San José
Baena
Candela y tambores en la víspera del Día del Padre
Sin una hora fijada, sin un lugar de reunión, solos o en grupos, cientos de tamborileros tomaron ayer las calles de Baena para hacer temblar desde sus entrañas a esta localidad famosa en el mundo entero por el toque de sus tambores, por el amor y aferramiento a este sonoro instrumento. La víspera de San José se inició temprano. En torno al mediodía ya podía oírse el retumbar de varias decenas de pellejos al contacto con las baquetas, un sonido que se perdía de fondo entre el chillerío de los pequeños quedando a la salida del colegio para horas después preparar el candelorio: "mi vecina dice que nos va a dar una vieja silla que ya no le sirve y otras cosillas", decía ilusionado un pequeño que no debía tener más de diez u once años.
Y es que esta noche, conocida por muchos como la noche de los tambores, es mágica para todos. De un lado, los mayores esperan esta celebración ansiosos por volver a coger un tambor después de casi un año guardado y, los de menor edad, ilusionados tanto por volver a asir las diminutas baquetas entre sus manos, como por ver las grandes candelas que se crearán este año en algún descampado o en aquel viejo solar aun sin edificar. Se trata sin duda, de una de las festividades más singulares que anticipan la Semana Mayor baenense y que permite a los amantes del tambor de Baena colgarse la caja y no parar de tocar en toda la noche.
Esta clásica celebración cuaresmal, en la que el sonar infinito de los tambores por las calles del casco histórico y en la que el fuego tiñe de color anaranjado las calles del municipio, está siendo cada vez más conocida; incluso en otros puntos de la geografía española y año tras año son numerosos los tamborileros que acuden a esta particular manera de celebrar el día del padre. Cuentan los mayores que la costumbre de encender hogueras la noche anterior al día de San José surgió a principios del siglo XIX y que la incorporación del tambor se produjo después.
Ayer fue un día especial también porque más de medio centenar de alumnos del colegio público Virrey del Pino volvieron a recuperar en la mañana el sonar del antiquísimo tambor de caña. Ataviados con un casco realizado con papel de periódico, una larga cola del mismo material, un ínfimo plumero de colores y tres cañas a modo de tambor y baquetas, retornaron al pasado y por un día revivieron las ilusiones de aquellos niños de los primeros años del siglo pasado, que usaban este sistema para tocar el tambor ante la difícil situación económica.
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