Puerto del Calatraveño

El peso de 40 años de municipalismo

  • La Diputación reúne a cientos de alcaldes y exalcaldes en la presentación de un doble volumen que repasa las aventuras de los ayuntamientos de Córdoba desde el fin de la dictadura

Entrega de la publicación a Salvador Blanco, exalcalde de Palma del Río.

Entrega de la publicación a Salvador Blanco, exalcalde de Palma del Río. / El Día

El peso de 40 años de democracia puede medirse en las libertades logradas por los ciudadanos, en la igualdad social, en el acceso garantizado a la sanidad y a la educación pública para todos... En el caso de la Diputación de Córdoba, el peso de estas cuatro décadas transcurridas desde el final de la dictadura puede medirse, además, físicamente: en los muchos kilos de los dos volúmenes que acaban de publicarse tras un ingente trabajo del jefe de gestión de Archivos, Juan Gregorio Nevado, un resultado que la institución presentó el miércoles y a la que fueron invitados todos los alcaldes que ha habido en los municipios cordobeses en la historia democrática.

Todos, sin distinción de siglas, gestión más o menos afortunada, legado más o menos reivindicable, fueron llamados a participar a una gala que fue un aliento al municipalismo en unos tiempos difíciles para la política y en la que los regidores no tienen más remedio que actuar como escudo de contención del conjunto de las instituciones ante la ciudadanía. Es cierto que hubo que poner falta a algunos municipios díscolos, pero aun así el salón de actos se llenó y, uno a uno, fueron citados todos y cada uno de los regidores que han tenido los municipios cordobeses en su etapa democrática.

Fue una mañana de reencuentros y de que quienes ya no están en esto de la cosa pública se sientan mínimamente reivindicados, pues cada uno ha puesto su granito de arena para que la provincia llegue adonde ahora está. Para mal –dirán algunos, apuntando con el dedo acusador las cifras del desempleo, por ejemplo– aunque, sobre todo, para bien, pues la Córdoba de ahora, por fortuna, nada tiene que ver con la Córdoba de hace 40 años. Para agradecerlo, la Diputación entregó una placa de metacrilato a cada alcalde y donó los dos volúmenes recién salidos de imprenta a los actuales regidores para que lo integren en los fondos bibliográficos de los ayuntamientos. Algunos se bajaban enlomados del escenario, comprobando, sí, que la Historia con mayúsculas pesa.

Hubo también la oportunidad de escucharle unas palabras a la mujer que en 1979 se convirtió en la primera alcaldesa de la provincia de Córdoba y en una de las pioneras del municipalismo en Andalucía: María del Pilar Granados, de Villaharta. La exregidora tiró de memoria para contar cómo era aquel ambiente preelectoral en una familia normal y corriente del interior de Andalucía y cómo su propio marido encabezaba la lista rival; al final él no tuvo más remedio que rendirse y ella fue aclamada como primera edil.

El presidente de la Diputación, Antonio Ruiz, destacó que hace 40 años este hito “era impensable”, especialmente para lo alcaldes que en 1979 tomaron esta responsabilidad “sin tener nada más que un bastón y un sello, sin conocimiento y sin referentes”. Lo que sí tenían, ha recalcado, era “la vocación pública y sabían lo que no había que hacer”. Empezaron así a “construir el municipalismo”, una rama política que “nunca lo ha tenido fácil” y que ahora se enfrenta a nuevos retos relacionados con la autonomía económica perdida durante la crisis. Ruiz, desde el escenario, tuvo palabras para esta sección, Puerto del Calatraveño, que no pocas veces ha abordado el municipalismo, unas veces con más fortuna que otra, como la gestión de los alcaldes. Y, seguro, lo seguirá haciendo. Gracias.

Después del acto solemne, y mientras el servicio de protocolo improvisaba ágilmente un plan para evitar que desaparecieran los libros que no habían sido recogidos, llegó el momento más esperado: el cóctel. A la salida del salón de actos, en el Patio Blanco del palacio de la Merced estaban los de siempre. Da igual dónde sea el cónclave y el motivo, en el Alcázar o en el palacio de congresos, hay una serie de rostros que, sin que se sepa muy bien quiénes son ni por qué, están ahí y llevan la delantera; tienen una copa de cerveza en la mano y se han comido la primera croqueta.

Los alcaldes se fueron acomodando alrededor, haciendo corrillos por partidos o por comarcas –algunos habían llegado en coche compartido, en una suerte de Blablacar supramunicipal acorde a estos tiempos–. Y empezaron las conversaciones. A veces alguna cabeza miraba alrededor, señal de que la charla cogía derroteros peligrosos y había que asegurarse de lo que se decía y ante quién, lo habitual en cualquier reunión de amigos. Las placas de metacrilato asomaban mientras por los bolsos y entre los abrigos, y los dos tomos de municipalismo ocupaban sillas y mesas.

Pronto se alcanzaron los temas trascendentes. Si Antonio Sánchez Villaverde, exalcalde de Montoro, exparlamentario andaluz, exdiputado provincial, debe hacer esta Navidad felicitación vestido de pastor o no; si la grulla Josefina regresará este invierno a Los Pedroches; si existe un unicornio en el palacio de la Merced que permite la perfección presupuestaria, y muchos más. Cuando llegaron los postres, ya con el Patio Blanco medio vacío, Salvador Blanco, impulsor de la publicación en la anterior etapa como vicepresidente de la Diputación, seguía relatando sus memorias. Porque el municipalismo necesita mucho más que dos volúmenes.

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