Mayo Festivo

Viaje a El Poleo, el rincón típico cordobés donde se habla en inglés y se bebe té bajo una parra

Lesley, Ken, Lucy y John, en su rincón típico de El Poleo, en Priego de Córdoba.

Lesley, Ken, Lucy y John, en su rincón típico de El Poleo, en Priego de Córdoba. / El Día

A la aldea de El Poleo no se llega por casualidad: hay que ir. Uno no se confunde de carretera y termina en este remoto núcleo de 32 habitantes que sobrevive sobre un cerro en la Subbética. Requiere un esfuerzo. Son 20 minutos en coche desde Priego de Córdoba, y una hora más si se conduce desde Córdoba capital, lo que puede parecer mucho o no significar nada. Depende. Para Lesley, Ken, Lucy y John, el trayecto fue incluso mayor. Llegaron desde Reino Unido y esa distancia, precisamente, era lo que buscaban.

"Ahora somos como pequeños peces en un gran estanque, pero estamos tratando de mejorar nuestro pequeño pueblo, ya que al final se olvidan si no les das vida", resume Lesley Thompson, quien junto a su vecina Lucy Grove-Hemmings y los maridos de ambas, Ken y John, participan por primera vez en el Certamen de Patios y Rincones Típicos que organiza el Patronato Provincial de Turismo de la Diputación de Córdoba y que este mes de mayo cuenta con 92 participantes de 21 municipios distintos.

El rincón típico de El Poleo o lovely corner, como se diría en lengua inglesa, es una de las grandes novedades del concurso y supone una oportunidad para redescubrir una Córdoba desconocida para la mayoría, fuera del turismo masivo que son los Patios de Córdoba capital. Aunque, como asume Lesley, las comparaciones son odiosas: "Los Patios de Córdoba son fantásticos y todavía nos queda mucho por aprender, pero lo intentamos", dice con entusiasmo. El año pasado, Lucy se atrevió a apuntarse al concurso comarcal de la Subbética, en el que obtuvo el tercer premio; animadas, han querido dar un salto de gigante y mirar de tú a tú a rincones típicos con solera como la escalera del Castillo de Belmez, el Corral de Comedias de Iznájar o la calle Juanita La Larga de Doña Mencía, que a Lesley le gusta especialmente.

Así que El Poleo, encaramado a un cerro a 700 metros de altura, con su diminuto Teleclub y su imponente mirador de El Tajo, luce esta primavera especialmente florido. Y pese a que el rincón típico en concurso se ciñe a los números 4 y 5 de la calle Norte, toda la aldea merece ser paseada, ya que decenas de macetas cuidadas por este grupo de vecinos colorean rincones y fachadas blancas. Hay gitanillas y geranios como mandan los cánones junto a plantas aromáticas como la lavanda o el cantueso, especialmente fragantes al caer la tarde, y que de alguna manera recuerdan el origen de la aldea, la menta-poleo que aquí crecía.

Están la buganvilla de rigor y una parra bajo la que las noches se alargan con vistas espléndidas a los montes de alrededor. Hay sillas de enea, botijos de La Rambla, cestas de mimbre, puertas y ventanas de azul añil que cuando se abren asoman a viejos olivares y, aunque falte el galápago de rigor escondido detrás de los tiestos, hay un detalle que solo puede encontrarse aquí y que delata la procedencia de estos cordobeses de adopción: un juego de té sobre la mesa, siempre preparado para las visitas.

Aldea de El Poleo, en Priego de Córdoba. Aldea de El Poleo, en Priego de Córdoba.

Aldea de El Poleo, en Priego de Córdoba.

El Poleo es una aldea cordobesa en peligro de extinción, donde la vida siempre ha tratado con dureza a sus vecinos. Las mejoras empezaron a llegar progresivamente a partir de los años sesenta, pero fue solo a partir de 1980 cuando dispuso de agua corriente en las casas y de una red de alcantarillado. Lo llamativo es que, precisamente cuando iban mejorando las condiciones de vida y el núcleo gozaba de más prosperidad, se aceleró el proceso de despoblación. Varias familias dejaron sus casas para marcharse a Priego de Córdoba, Almedinilla o Castil de Campos, pero otras emigraron a lugares más lejanos en busca de un futuro más certero y un presente más fácil, pues en El Poleo no hay comercio ni servicios. 

En los primeros años del siglo XXI comenzaron a llegar a la aldea los primeros extranjeros, casi todos británicos, que ahora suponen una parte importante del censo de 32 habitantes, como lo reflejan los apellidos de los buzones; incluso el alcalde pedáneo es inglés. Aunque, como explica Lesley, no todos son residentes.

Ella, natural de Durham, al Norte de Inglaterra, y que trabajó como administrativa en una oficina de policía, descubrió El Poleo durante una estancia en Villanueva de Algaidas, junto a Archidona (Málaga). La pregunta de rigor: ¿Cómo fue la decisión de asentarse aquí? "Encontramos esta casa a través de una agencia inmobiliaria, mientras hojeábamos una lista de viviendas en venta. Nada más verla nos decidimos. Vinimos aquí ese mismo día y pagamos un depósito... Nos trajeron y quedamos enamorados de la casa, las vistas desde el patio son espectaculares. De hecho, queríamos convivir con los españoles y vivir igual que ellos, vivir en el campo. No queríamos hacernos parte de una comunidad de expatriados, con chalets nuevos. Queríamos vivir en una zona rural", rememora con entusiasmo.

El matrimonio adquirió la vivienda en 2004 y poco a poco conocieron a los locales. Alicia y Rafael, Antonio y Expectación, Casimira y Felipe; desde hace dos años son residentes. Sus vecinos Lucy y John, procedentes de Birmingham, también son residentes. 

Estos días, lejos de su Inglaterra natal y bajo un sol que ya roza los 30 grados centígrados, Lucy, John, Lesley y Ken se esmeran para que todo esté como tiene que estar en su lovely corner. Las macetas siempre frescas, la buganvilla bien podada, los muros blancos impolutos y el té siempre a punto. 

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