Tribuna

Luis Alvarez Moreno

Presidente de la Asociación Profesional de Guías de Turismo y Patrimonio

El turismo es un gran invento

El turismo es un gran invento El turismo es un gran invento

El turismo es un gran invento

Cuando en 1941 los profesores suizos Krapf y Hunziker definieron el turismo como "el conjunto de las relaciones y los fenómenos producidos por el desplazamiento y permanencia de personas fuera de su lugar de residencia, siempre que el desplazamiento o la estancia no estén motivados por una actividad lucrativa", no hicieron otra cosa que analizar, empíricamente un fenómeno que, desde el último tercio del siglo XIX, no había hecho más que crecer. Esa generalización de los viajes ha dado lugar a que los países receptores se hayan visto obligados a desarrollar una serie de infraestructuras de transporte, hoteleras y de restauración encaminadas a satisfacer las necesidades "logísticas" de los viajeros que les van llegando.

Por eso, como dice el profesor Fernández Fuster, turismo "es, por un lado, el conjunto de turistas-viajeros, que cada vez son más numerosos y, por el otro, los fenómenos y relaciones que esta masa de viajeros produce a consecuencia de sus viajes. Turismo es todo el equipo receptor de hoteles, agencias de viajes, transportes, espectáculos, guías-intérpretes, etc, que el núcleo debe habilitar para atender a las corrientes turísticas". El turismo es una actividad compleja, que se ha transformado, en el plazo de un siglo, en una de las más importantes fuentes de riqueza de los países donde se da.

Pero, siguiendo al profesor Fernández Fuster, turismo también son los efectos negativos o positivos que se producen en las poblaciones receptoras. Efectos de naturaleza económica, social y cultural. Ese contacto genera un efecto multiplicador y económico. Por eso, insiste el maestro, turismo es también, por paradoja, el efecto que se produce en un núcleo receptor cuando se corta la afluencia turística. Es decir, que pueden darse efectos turísticos -negativos- sin turistas. Y en esa situación, nos encontramos.

Desde la época de los viajeros románticos y muy singularmente a la terminación de la Primera Guerra Mundial, España siempre ha sido un potente foco de atracción de turismo internacional. Consecuencia de ello fue la creación del Patronato Nacional de Turismo, en 1928, génesis de las políticas de promoción del turismo en España. Hoy, todos sabemos bien la enorme expansión que el subsector turismo, dentro del sector servicios, ha tenido en la economía española desde la segunda mitad del siglo XX.

El peso del turismo en el PIB español es de un 12.7%, según la Cuenta Satélite del Turismo, que elabora el INE sobre los resultados de la Contabilidad Nacional, de 2018. Y de un 15% según el Informe elaborado por American Express y el lobby World Travel & Tourism Council (WTTC), compuesto por las grandes empresas mundiales ligadas al turismo (Expedia, Accor, Airbnb, Thomas Cook o Trip Advisor). Y en términos de empleo, ocupa el segundo lugar, por detrás del comercio, aunque estaría por delante de éste si consideramos el empleo indirecto. Por lo tanto, el peso del en la economía española es enorme: ocupa el primer lugar, muy por encima de la agricultura o la industria. En Andalucía, las cifras están por el estilo: alcanza el 13%, aproximado del PIB, de acuerdo con la Contabilidad del año 2018.

El turismo, primera actividad productiva de España, desde el día 14 de marzo, se ha parado. Ese "desplazamiento y permanencia de personas fuera de su lugar de residencia, siempre que el desplazamiento o la estancia no estén motivados por una actividad lucrativa" ya no existe: ni hay desplazamiento, ni hay permanencia de personas.

El "núcleo habilitado, para atender a la masa de viajeros" ha dejado de tener rendimiento económico. Al cortarse la afluencia turística, desde hace más de dos meses, se están dando lo que el profesor Fernández Fuster llamaba "efectos turísticos -negativos- sin turistas".

La cuantificación de esos efectos turísticos negativos puede llegar a los sesenta mil millones de euros. Y el daño para las estructuras productivas es irreparable. El equipo receptor de hoteles, agencias de viajes, transportes, espectáculos, guías-intérpretes, está ahora mismo o bien en ERTES -sin haber cobrado, todavía un céntimo- y ya va para dos meses desde que, esos trabajadores cobraron las últimas nóminas en sus empresas o cobrando -de las Mutuas Colaboradoras de la Seguridad Social- la Prestación Extraordinaria por Cese de Actividad, caso de los autónomos, entre los que nos encontramos los guías de turismo. Y los establecimientos cerrados y los aviones y autobuses parados.

Las fronteras estarán cerradas hasta que la Comisión Europea decida abrirlas, el tránsito entre provincias está interrumpido hasta que el Gobierno decida permitirlo. Hoy, si se levantara el Estado de Alarma, ¿cómo podrían los empresarios y los profesionales volver a producir? No tendremos clientes. Por eso, en el sector turístico se impone una medida especialísima: no hay otra alternativa que permitir a los empresarios mantener a parte de sus plantillas en ERTEs hasta final de año. Y lo mismo para los autónomos, singularmente, los guías de turismo: se hace imprescindible que la Prestación Extraordinaria, por Cese de Actividad, se alargue, como mínimo, hasta diciembre.

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