Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Nada justifica el racismo

En el país de los negritos, maricones, bolleras, moritos, panchitos, gitanicos o perros judíos parece que todo está permitido, y hasta admitido

Nada justifica el racismo

Nada justifica el racismo

Uno de los grandes protagonistas de los últimos días, además de los candidatos a las elecciones municipales y los líderes de sus respectivos partidos políticos –y la lluvia, no nos olvidemos de la lluvia, pero que caiga mucha más–, ha sido el jugador del Real Madrid Vinicius. En esta ocasión no ha ocupado las portadas de los periódicos por una de sus eléctricas jugadas, por un gol o asistencia, no, ojalá hubiera sido así. Ha sido protagonista por los incidentes acaecidos en el partido que su equipo disputó en Valencia hace unos días. Durante los momentos previos, así como durante el partido, el jugador brasileño recibió una buena colección de insultos, muchos de ellos con un claro componente racista. Le llamaron mono, y más de un espectador (que no aficionado, porque los aficionados al fútbol saben estar en un estadio) hasta imitó los movimientos del primate, con la única intención de vejar al futbolista. Estos insultos procedieron de personas concretas, no fue algo generalizado, eso también es necesario dejarlo claro desde el principio. Hablamos de comportamientos aislados, de pequeños grupos, afortunadamente, que no representan a la afición del Valencia, ni a la de ningún otro equipo. Porque debemos de reconocer que, salvo excepciones, como a la que nos referimos, en los campos de fútbol ya no se viven mayoritarias escenas de odio, insulto y racismo.

A Vinicius se le han reprochado muchas cosas desde su llegada al Real Madrid. En un primer momento se dudó, y mucho, de su talento, vaticinando los grandes “expertos” que no llegaría a nada, o casi nada, en este deporte. Todavía recuerdo, perfectamente, algunos vaticinios que, ni de lejos, se han cumplido. Una vez que demostró que “algo” de talento tiene, se le empezó a reprochar que bailaba celebrando los goles, que se reía en exceso, o que protesta cuando le hacen una falta. Vaya. Todo eso forma parte del fútbol, o como entendemos el fútbol, y hasta podemos considerar que es parte del espectáculo. Cristiano Ronaldo, por ejemplo, que también fue objeto de bastantes insultos vejatorios durante su andadura española, se caracterizó por celebrar sus numerosos goles de una manera que aún sigo viendo que repiten los chavales. Creó escuela. Todo forma parte de lo que es el fútbol, o de lo que entendemos como tal. Pero no, ni remotamente, lo que sucedió en Valencia el pasado domingo, y lo que lleva padeciendo Vinicius, así como otros jugadores de La Liga, negros y árabes fundamentalmente durante años. Racismo, se llama racismo, y nunca lo deberíamos olvidar. Racismo que lo hemos contemplado en años pasados con mayor virulencia, también es cierto, pero que no podemos permitir ni una sola manifestación. Porque nadie, absolutamente nado, merece ser tratado de esa manera, y nada, nada, puede justificar una expresión racista. Nada.

El racismo, como tal, así como sus manifestaciones, está considerado como un delito de odio, tipificado en el Código Penal, con su correspondiente pena o sanción. Esa es la teoría, claro. Porque en el país de los negritos, maricones, putas, bolleras, calientapollas, zorras, moritos, bujarrones, sudacas, panchitos, gitanicos o perros judíos parece que todo está permitido, y hasta admitido. Porque en nuestra defensa siempre decimos, y hasta diremos, que es una forma de hablar, que para nada somos racistas, y hasta repetiremos eso tan nuestro de decir que tenemos un amigo maricón, negro o sudaca. Hay quien estos días ha esgrimido que Vinicius se merece estos insultos racistas porque “no deja de provocar”. Eso es como decir que una minifalda o un escote justifican una violación o padecer violencia machista, o que llevar un anillo o una cadena oro explican un tirón, un atraco. Y me preocupa también, muy especialmente, toda esa legión de opinadores, que no periodistas, que en algunos casos cuentan con gran audiencia, que han justificado en cierto modo lo sucedido la pasada semana. Se llama racismo, ya sean los racistas uno, veinte o mil, y nada lo justifica. Nada. Absolutamente nada.

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