Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Samba y oro

Racismo y deporte jamás podrían ir de la mano, jamás podrían ocupar el mismo espacio de una noticia, pero desafortunadamente ha ocurrido

Samba y oro Samba y oro

Samba y oro

La samba es, siempre, alegría, celebración, ganas de vivir. Y latido, ritmo, movimiento, sensualidad, pasión, libertad. Durante los últimos días se ha citado mucho a la samba en nuestro país, pero por motivos muy diferentes. Los jugadores brasileños de fútbol, tradicionalmente, han tenido una concepción diferente de sus celebraciones y de su manera de entender "estar en el campo", y por eso siempre nos han atraído. Frente a los europeos, que son más serios, cuadriculados, disciplinados táctica y estratégicamente (aunque hay grandes excepciones, como en todo), los jugadores brasileños han supuesto, y suponen, esa libertad, incluso anarquía (en algunos casos), que han paliado con esa magia, ese pellizco, que tanto disfrutamos. No creo que sea necesario citar algunos ejemplos que todos los aficionados al fútbol conservamos en nuestra memoria, como pueden ser Ronaldo Nazario, Romario, Neymar, Ronaldinho o, en la actualidad, Vinícius. Muchos de los jugadores brasileños han celebrado y celebran sus goles, especialmente los delanteros, emulando pasos de samba. Una celebración más dentro del repertorio de celebraciones. Y que conste, y no soy una excepción, a los aficionados nos encanta que los futbolistas celebren a lo grande los goles, que los conviertan en estallidos de alegría descontrolada, en libertad, siempre que se respete al equipo y afición rival. No tiene nada de malo, no se ofende al adversario por celebrar con entusiasmo un gol, un triunfo, lo que sea. Es más, hasta podría y debe entenderse como una señal de halago, ya que aquellos goles más celebrados lo son porque ha costado más conseguirlos, porque el rival lo ha puesto más difícil, reconociendo de este modo su valía. Vinícius es ese tipo de jugador, como Marcelo o Ronaldinho lo fue, que corre por los terrenos de juego con una sonrisa en los labios, que busca divertirse por encima de todo y que celebra sus goles, o los de sus compañeros, con un poco de samba. No tiene nada de malo, es fútbol, como siempre ha sido y espero que siga siendo.

Imagino que hay muchos que no comparten esta reflexión, pero eso no puede desembocar, de ninguna de las maneras, en expresiones de racismo, como las que hemos contemplado en los últimos días. Racismo y deporte jamás podrían ir de la mano, jamás podrían ocupar el mismo espacio de una noticia, pero desafortunadamente ha ocurrido. El racismo es odio, intolerancia, pero sobre todo es la mayor expresión de la ignorancia. Sólo los ignorantes pueden ser racistas, y proferir gritos en ese sentido o llegar a emplear la violencia por tal motivo. Nos guste o no, miles de niños son receptores de lo que sucede en los eventos deportivos, y mientras en otras disciplinas el racismo es impensable, es un tema "no tema", en el fútbol, que es un deporte de masas en nuestro país, sigue estando presente y eso requiere de una necesaria y profunda reflexión. Como aficionado, admiro y envidio todos los valores que exhiben otros deportes, y el baloncesto es un magnífico ejemplo, como hemos podido comprobar muy recientemente.

Que toda una selección española de baloncesto, con la trayectoria que tiene, increíble la cantidad de títulos conseguidos en las dos últimas décadas, especialmente, se haga llamar La Familia ya te habla muy a las claras del ambiente interior y de lo que quiere transmitir. Lo que hemos visto sobre la pista. Compañerismo, entrega, pasión, ayuda, espíritu de unidad, buen rollo, ilusión y necesitaría toda una tribuna para seguir añadiendo adjetivos. Un reflejo emocionante, sano y repleto de valores para los más jóvenes. Porque nunca olvidemos esa vertiente, una de las más importantes, que puede aportar el deporte, especialmente el de élite, por su trascendencia pública. Y eso debería estar por encima de las cifras, de los megacontratos, de la publicidad y de los índices de audiencia. Frente a las expresiones racistas e intolerables de los últimos días, me quedo con las lágrimas de felicidad y compañerismo de la selección española de baloncesto. Porque el oro, no tiene porque ser incompatible con la samba.

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