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salvador gutiérrez solís

Biblioteca Grupo Cántico

Biblioteca Grupo Cántico

Biblioteca Grupo Cántico

En este tiempo de librerías y cines que cierran, como siguiendo la caída de una fila de fichas de dominó, el que se inaugure un nuevo equipamiento cultural es una gran noticia que debemos celebrar como se merece. Ha abierto sus puertas Grupo Cántico, la tan esperada biblioteca pública para la ciudad de Córdoba. Ha tardado, sí, cierto, no hay quien lo niegue, que desde su anuncio hasta ahora casi han pasado veinte años, como si estuviera homenajeando al célebre tango. Pero ya está aquí, y toca celebrarla, con todos los honores, y sobre todo usarla, y desgastarla, hasta que los portadas de los libros pierdan su brillo y sus páginas lamenten el batallón de lectores. Porque a los libros no hay que maltratarlos, pero sí hay que desgastarlos, manosearlos y achicharrarlos por ojos inquietos, y quererlos tal y como cantaba Rocío Jurado sobre el amor, de tanto usarlo.

Por tradición, por relevancia, merecía Córdoba este espacio, que pretende ser una apuesta por el futuro. Una biblioteca del siglo XXI, más allá de un lema a citar en un titular. De innovación, sostenibilidad, criterio, planificación, organización, criterio y dinamismo. Una biblioteca donde las risas de los niños deben ser el hilo musical de cada día, la mejor playlist que escuchar, a todas las horas. Siempre los niños, que habrán de ser los lectores de mañana, y para eso necesariamente deben ser los del hoy. Ya. En eso las instituciones tienen su papel, claro, y que ninguna administración escurra el bulto.

Pero, como en casi todo, el gran papel lo desempeñan las familias. Me pareció sublime aquel anuncio del Ministerio de Cultura, de fomento de la lectura, en la que los hijos agarraban un libro y leían porque veían a sus padres hacerlo. Ojalá siempre abarrotadas las amplias y modernas salas infantiles, criadero de curiosidades, imaginación y aventuras.

En la antigua biblioteca que había junto al Ayuntamiento, comencé mi trayectoria lectora. El Principe Valiente, Mortadelo, Lucky Luke o Tintín me aguardaban allí cada mañana de aquellos veranos de lectura febril, casi enfermiza. Pasados unos años, me emocionó saber que en ese mismo lugar se conocieron buena parte de los integrantes del Grupo Cántico, varias décadas antes.

Mi “vecino” Pablo García Baena, con el que compartí colegio, el López Diéguez, que recientemente ha sido calificado como uno de los mejores centros públicos de España, solía visitar la biblioteca, y también vi con frecuencia a Juan Bernier, siempre serio y profundo. Junto a Ginés Liébana, Julio Aumente o Ricardo Molina, en una biblioteca decidieron unir sus destinos y pasar a ser un grupo, Cántico. Se reunían a escondidas, gracias a la complicidad de algunos trabajadores del centro, en una sala que denominaron el Rincón del Infierno, donde accedían a esos libros que la dictadura franquista había prohibido, de Cernuda, André Gide, Lorca o del siempre admirado Juan Ramón Jiménez.

Ojalá otro grupo de jóvenes, siguiendo el espíritu de Cántico, se encuentren y reúnan en la nueva biblioteca, ya afortunadamente sin libros prohibidos, y decidan formar un grupo, un blog o lo que sea, donde la palabra, la literatura, sea la gran protagonista. No creo que pudiera haber un mayor y más hermoso homenaje.

Estoy completamente seguro de que Pablo, Ricardo, Julio, Juan o Ginés serían muy felices con esta biblioteca que lleva su nombre. Brindarían por ello. Sin duda, una elección más que acertada, porque más allá de sus calidades literarias, los recordaremos por su pasión por los libros, o por su activismo cultural, que les llevó a organizar recitales, lecturas y representaciones teatrales en aquella baldía y oscura Córdoba que les tocó vivir.

Cualquier biblioteca debe ser un elemento vivo, hipnótico, pero una que se denomina Grupo Cántico tiene que ser embaucadora con el visitante, semilla de lectores y de autores, y un elemento central de la cultura de nuestra ciudad. Ese es el reto, que es tan exigente como hermoso. Una gran noticia para nuestra ciudad que debe ser mucho más que una bella novedad para convertirse en una rutina vibrante y esencial. Que la buena noticia nunca deje de serlo.

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