Una brecha que hipoteca el futuro de Andalucía

Andalucía, después de décadas de autonomía, no ha logrado acabar con la brecha educativa, lo que lastra nuestro futuro

El Sistema Estatal de Indicadores de la Educación, que publica el ministerio del ramo, vuelve a poner sobre el tapete, en su edición de 2017, una realidad que, aunque de sobra conocida, no deja de sorprendernos negativamente cada vez que los números y las estadísticas la ponen de relieve: las comunidades autónomas del norte de España invierten sensiblemente más en la instrucción pública que las del sur. Los datos recogidos en dicho documento, que pertenecen al curso 2014-2015, evidencian, una vez más, que la enorme brecha entre la España septentrional y la meridional va más allá de la economía o las infraestructuras, alcanzando de lleno la educación, y que lejos de achicarse con el paso del tiempo -tal como fue el objetivo de la democracia desde sus inicios- se está agrandando, algo en lo que ha tenido mucho que ver la dura crisis económica iniciada en 2008 que, como es habitual, afectó mucho más a las regiones históricamente desfavorecidas.

Los datos, en este sentido, no dejan lugar a dudas. El primer puesto del ranking lo ocupa el País Vasco -algo que no sorprende conociendo sus abrumadoras ventajas fiscales-, que invirtió 8.976 euros por alumno de educación no universitaria, cifra que duplica la inversión de Andalucía, que con 4.510 euros por alumno, se sitúa en la cola de dicha lista. Evidentemente, estos datos deben mirarse con una cierta perspectiva, teniendo en cuenta la historia de nuestro país, el sistema de financiación autonómico y siendo consciente de algunas inercias que son difícilmente corregibles. Pero aun así queda claro que Andalucía, después de décadas de autonomía, no ha logrado acabar con esta brecha y, por lo tanto, aún debe hacer un esfuerzo mucho mayor en un sector en el que está muy por detrás de comunidades como -además del ya mencionado País Vasco- Navarra, Cantabria o Galicia.

El gran problema de esta brecha en el gasto educativo es que funciona como un círculo vicioso. No invertimos en educación porque no tenemos recursos y no tenemos recursos porque, entre otras muchas cosas, no tenemos una educación de calidad. De todas las brechas posibles, la de la educación es la más preocupante, porque hipoteca nuestro futuro como sociedad, más en unos tiempos en los que los países que apuestan por el conocimiento son los llamados a alcanzar unas mayores cotas de bienestar.

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