El 10 y los tiranuelos

Pero que más le dará eso a Maradona, diosecillo feliz, si el vive entre oros, palmeros y tatuajes del Che

Maradona no es una persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota". Eso cantaba, desde la admiración del argentinismo irredento, el bueno de Andrés Calamaro, fanático como cualquier argentino del panzudo y genial pelotero, quizá el mejor de la historia dentro de un campo de juego pero fuera de él uno de los tipos más excesivos, arrogantes y chuflas que jamás se conocieron en ese mundo globalizado del que él mismo llegó a ser icono. La canción de Calamaro, por cierto, se podría ahora cambiar de letra y decir mejor que "Maradona no es una persona cualquiera sino un hombre pegado a un tiranuelo". Porque así vive el mítico 10, feliz en su respaldo a dictadorzuelos mientras nada en millones, gasta con exceso sin rebozo y trata de ganar petrodolares a espuertas en el cutre fútbol petroarábigo. Gran conciencia social la suya, que sólo aparece cuando el romanticismo izquierdista periclitado conviene pero que se repliega cuando toca pasar de la teórica y la retórica a la dura práctica de la carestía o la miseria cubana o venezolana. Así lo ha hecho ahora, cuando se ha mostrado dispuesto a alistarse, con sus kilos de más y sus sensatez de menos, en el ejército bolivariano para defender las esencias del socialismo chavista frente a lo que él considera no protestas de un pueblo diezmado y desesperanzado sino movimientos terroristas promovidos por el imperio. Y así lo hizo también antes, cuando iba a babearle a Fidel Castro para luego volver a su confort de rico beneficiado por las mecánicas del capitalismo. Maradona, como se ve, se quedó en su retórica ochentera, en su años de fútbol napolitano con sus curiosas relaciones, en la dialéctica de la guerra fría en la que viven tantos comunistas decididos a mantener su ideal romántico por mucho que la realidad, terca como una mula, les devuelva siempre al mismo sitio: a esos sistemas viciados por los tics tiránicos y aniquilados en lo económico por la invalidez de sus presupuestos ideológicos. Pero que más le dará eso a Maradona, diosecillo feliz, si el vive entre sus oros, sus palmeros y sus tatuajes del Che. El comunismo, como la copla, también tiene sus frikidivas y Diego Armando lo es. Majurita la bolivariana pizca más o menos.

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