Tribuna de opinión

Bartolomé Madrid

Diputado en el Congreso y alcalde de Añora

No al olvido

Cada día es más evidente que vivir con esperanza en este país exige mantener una alerta constante para darle la espalda al olvido perseguido por un autócrata sin más argumentos que los del progresismo y el freno a la ultraderecha

Banderas de España y de Andalucía en una concentración contra la amnistía.

Banderas de España y de Andalucía en una concentración contra la amnistía. / El Día

Joaquín Sabina le puso música y letra a cierto lugar “donde habita el olvido”. Hace unos días, mi paisano Ángel Olmo me emocionaba con un magnífico discurso en la presentación de su libro Entre dos siglos y cargaba en el zurrón de nuestros recuerdos frases como la de “Yo escribo para evitar vivir donde habita el olvido”. Escribir como terapia contra los limbos de la memoria o escribir para vivir con conciencia de lo que ocurre a nuestro alrededor. Escribir para evitar vivir en la nada o para poder vivir donde la nada se pretende convertir en referente.

La semana pasada vivimos en el Congreso de los Diputados otra sesión esperpéntica ante la que no podemos caer en la indiferencia. Cada día es más evidente que vivir con esperanza en este país exige mantener una alerta constante para darle la espalda al olvido perseguido por el autócrata sin más argumentos que los del progresismo y el freno a la ultraderecha. Un supremacista de la ideología que pasea su narcisismo ególatra por la titubeante Europa sembrando dudas sobre el Partido Popular Europeo con algo tan deleznable como el nazismo.

Alguien que ha convertido sus cambios de opinión en un axioma electrizante que coloniza las sinapsis socialistas desde las hojas hasta las raíces. Un axioma que ha incrustado en la neurona gástrica de la izquierda, como un laxante purificador, la infamia de una amnistía que no encuentra razonamiento decente que la ampare. Un axioma que va desgranando paso a paso los entresijos de una investidura ignominiosa, tras la que independentistas y filoterroristas van amasando los frutos de su apoyo, como ha sido recoger en bandeja la alcaldía de Pamplona por Bildu con una anunciada moción de censura de la que el ministro Óscar Puente se felicita por contribuir a tener otra “alcaldía progresista en España”.

En esta sesión plenaria se admitió a trámite la Ley de Amnistía. La ley del olvido como una enmienda a la totalidad a la Ley de Memoria Democrática, también promovida por el sanchismo en un ejercicio de incoherencia que rasga los principios más básicos. Una ley de absoluta conveniencia cimentada en la mentira para ungir la corrupción y a los delincuentes corruptos. Un fraude a los españoles, que por su gravedad también puede llevar a olvidar el infame pacto con quienes tienen sus conciencias y sus manos manchadas de sangre.

En la Ley de Memoria Democrática también sobraron los consensos porque el relato solo perseguía echar mucho hielo al poema de Machado para que las dos Españas continúen helando corazones y le sigan dando rentabilidad electoral a Sánchez. Una ley en la que ahora otra viene a demostrar que todo es pura falsedad demagógica desde un preámbulo que recoge: “El conocimiento de nuestro pasado reciente contribuye a asentar nuestra convivencia sobre bases más firmes, protegiéndonos de repetir errores del pasado. La consolidación de nuestro ordenamiento constitucional nos permite hoy afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado. El olvido no es opción para una democracia”.

Sorprende la redacción llevada a cabo por la misma bancada populista-progresista que ahora se contradice no queriendo recordar un pasado más reciente por la postración farisea que le exigen sus intereses. De no ser opción para una democracia, el olvido ha pasado a ser la prioridad para pisar “tierra firme” después de que los españoles con sus votos no les hayan permitido atracar en puerto seguro.

El socialismo sanchista debe responder a demasiadas preguntas: ¿Qué pasado reciente debemos retener en nuestra memoria? ¿Cuáles son los hechos que asientan nuestra convivencia? ¿De qué errores del pasado debe protegerse la sociedad española? ¿Cómo debemos afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado? Y, por extensión, ¿cuál es el encaje del pasado reciente, tras la investidura de Sánchez, en este preámbulo de la Ley de Memoria Democrática si se afirma que el olvido no es opción en nuestra democracia? En definitiva, choque de leyes populistas-progresistas. Incoherencia vital de una política sin más principios que la falta de respeto al adversario y el engaño a un pueblo al que se le pide la extirpación de la memoria sin siquiera una pequeña dosis de anestesia tranquilizadora.

Creo que poca discusión admite el que la sesión zafia vivida en el Congreso no se hubiese producido jamás sin la necesidad de siete votos para que Sánchez pudiera tener bajo su pie la tierra firme deseada. En la misma, fue admitida a trámite la proposición de Ley de Amnistía, la primera de la legislatura, tras un debate en el que, como era de esperar, solo se manifestaron en su contra PP, Vox y UPN y en la que Alberto Núñez Feijóo dejó bien claro sobre esta ley, firmada exclusivamente por el socialismo, que nada ni nadie conseguirá que los españoles olvidemos lo que es y lo que significa.

En su última etapa poética, la más amarga, Bécquer escribió: “Donde habite el olvido, allí estará mi tumba”. Espero que en nuestra querida España nunca habite el olvido sobre la investidura de Sánchez en la XV Legislatura, pero sí que pronto encuentren su tumba política quienes tanto esfuerzo están haciendo por conseguirlo.

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