Luchar contra la soledad en medio de días tan fríos como por fin visten nuestra ciudad, parece algo que se antoja consustancial a ver pasar el día a través de unos cristales desdibujados por la lluvia. Soledad y frío que hacen rebañar aún más en la profundidad de nuestras almas, en la batalla que entre todos y en múltiples frentes, tratamos de librar a diario. Enero siempre propicia una llamada a la empatía, a la acción colectiva, a la búsqueda de soluciones integrales que escapan de una simple pero necesaria visión de supervivencia. En este cruce de caminos entre la soledad, el frío y la pobreza, revelamos la complejidad de nuestra condición humana y la imperiosa necesidad de tejer redes más fuertes basadas en la solidaridad.

Pobreza y soledad se antojan como dos conceptos implacables que paradójicamente despiertan en todos nosotros una fuerza interior insospechada. Una fuerza que desajusta cualquier credo político, cualquier intención de utilizar la desgracia humana como mísera y cruel condición arrojadiza, como semillero de votos arrancados a una viciada y engañada voluntad. No todo vale. Por eso, creo en la solidaridad, que, entre las grietas del abandono, ofrecerán y ofreceremos pasajes y ejemplos de la más pura solidaridad. Es verdad que el frío se convierte en un recordatorio constante de la vulnerabilidad humana, de aquellos cuya esperanza hace algún tiempo se desgastó. Es verdad que las calles testifican historias de lucha y desesperación. Es verdad que la miseria amenaza con ahogar la esperanza. Pero también es verdad, siempre lo fue, que, en medio de ello, la solidaridad se erige como el único contexto donde alimentar un sinfín de manos dispuestas a ayudar.

Nunca fue momento de críticas ni de decir a cada uno lo que debe hacer. Eso quizás pueda acallar conciencias, individuales o colectivas, que nunca serán más que titular de un día o lavado de conciencia de otros. Queda mucho por hacer. Difícil. Días, seguro, que parecerá imposible. Pero entre todos, el esfuerzo en generar soluciones más allá de la mera supervivencia.

Son muchos los voluntarios. Son muchos corazones que desafían soledad con ejemplos de cercanía. Son muchos quienes trabajan en ello: funcionarios, psicólogos, abogados, trabajadores sociales, médicos enfermeros. Ejemplos de humanidad de cualquier signo y condición. El frío y la miseria son contrapuntos inevitables, pero la solidaridad se antoja como la verdad innegable de que, incluso en momentos oscuros, solo aquélla puede trazar un camino que conduzca hacia una humanidad más compasiva y unida. Se llaman Banco de Alimentos, Ocrem, San Juan de Dios, Cáritas, Calor y Café, Proyecto Hombre, Edicoma… son tantos… son tantos los ejemplos de solidaridad y pertenencia…

Pues eso. Cosas del frio. Y de la condición humana, gracias a Dios…

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