Dos divorciados y un vencedor

Iglesias, el ganador, seguro que vio el debate sin nervio alguno, con los pies en alto, bebida fría y frutitos secos

Susana Díaz y Pedro Sánchez acudieron ayer al debate del PSOE como un matrimonio que asiste sin ganas a un encuentro de mediación, tensitos cual cuerda de guitarra y sin ningún afán de reconciliarse. De lo contrario, no se habrían sacado uno al otro las vergüenzas del modo que lo hicieron, todo eso mientras Patxi López aprovechaba para sacar rédito del esquinamiento de los rivales y alzarse allí como el socialista conciliador y tranquilón, la voz de la sensatez con su rostro de curita moderno, muy urbano y peinadete. Quedó así la sensación de que lo de Susana y Pedro no es una cuestión ideológica sino personal, personalísima. Lo que hace que estas elecciones internas de los socialistas se antojen casi que más interesantes que unas generales, y no sólo por lo reñidas, que lo son, sino porque se avizoran como vitales para el futuro de este país que aún se llama España. El días después, gane quién gane, también se aventura difícil, porque para esta herida no sé si existe curación. Lo que sí sé es que el que más disfrutó ayer del debate, más incluso que Rajoy, fue Pablo Iglesias, que seguro que lo vio sin nervio alguno, con los pies en alto, bebida fría y algún frutito seco, que para eso era ya media mañana. Henchido de gozo, y no sin razones, de que su plan para dividir a su principal rival ha surtido efecto hasta el punto de que la vieja guardia socialista está muy, muy cerca de caer por el precipicio, lo que ocurrirá si gana Sánchez. Victoria pues, y ocurra lo que ocurra, de un Iglesias que se ha demostrado mucho más listo y estratega que un hasta ahora todopoderoso Felipe González, que ha estado en esto desengrasado, como fuera de forma. Se equivocó el expresidente al bendecir a Pedro Sánchez, en quien vio a un joven apuesto y dócil sin adivinar su verdadera condición, y luego me parece que también cayó en el error de ver en Susana más bondades de las que los demás le ven. El domingo se sabrá el resultado para tanta cuita, lo que no significará que la división interna del PSOE haya acabado. Quizá los problemas al respecto estén en cambio a punto de empezar.

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