Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
MÁS de 70.000 jornaleros cordobeses están llamados desde ayer a una huelga general en el campo a causa de la falta de acuerdo entre sindicatos y patronal en el nuevo convenio colectivo. La llamada a abandonar los tajos se produce tras unas negociaciones en las que las partes se han mostrado incapaces de avanzar incluso en la redacción de un documento de bases y después de que los principales directivos de Asaja y CCOO se hayan dedicado gruesas descalificaciones que han convertido lo que inicialmente era una reivindicación laboral en una suerte de enfrentamiento de clase. Es por ello que cabe destacar la actitud mostrada ayer por el delegado de Empleo de la Junta en Córdoba, Antonio Fernández, quien volvió a reiterar su disposición a servir de intermediario para que las partes retornen a la mesa de negociación y ejerzan la responsabilidad que les corresponde ante tan grave situación. Porque, sin entrar a valorar cuál de las partes puede llevar más razón en sus reivindicaciones, la actitud de Asaja de abandonar las conversaciones mientras la huelga esté convocada suena a postura de fuerza impropia de quien debe velar por el bien de los agricultores cordobeses. Del mismo modo, que tampoco es de recibo que los sindicatos hayan descalificado en reiteradas ocasiones a los técnicos de la patronal achacándoles un profundo desconocimiento de la realidad del campo. Sólo COAG aparece como una organización capaz de buscar el diálogo hasta el último momento con propuestas concretas para avanzar en el acuerdo. Todo ello sin olvidar que la lamentable agresión que sufrió ayer el secretario general de Asaja a las puertas de su sede por los manifestantes allí concentrados merece la mayor de las reprobaciones y arroja serias dudas sobre las verdaderas intenciones de los convocados. Por eso, es hora de llamar a las partes a la responsabilidad, de exigirles que den ejemplo de cordura a unos trabajadores a los que la dura crisis económica hace temer por sus empleos. Es momento de abandonar insultos y descalificaciones propias de patio de colegio y sentarse a mirar por el futuro de las miles de familias que en Córdoba dependen del campo para subsistir.
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