Cambio horario

27 de octubre 2025 - 03:07

Me sumo a lo propuesta, e incluso me incluyo como proponente. En estos 25 años escribiendo en El Día de Córdoba, han sido varios los artículos que he dedicado a este asunto. Y siempre me he mantenido firme en el mismo sentido. Y ahora descubro que mi país, España, así como otros de la Unión Europea, respaldan mi postura. Me alegro. No soporto el cambio horario. Nunca lo he soportado. Y creía que era por aquello de cambiar de hora todos los relojes, el vídeo, la pantallita del coche, ese fastidio. Pero no.

Ya no tenemos que cambiar nada y sigo sin soportarlo. Tal vez sea por la incertidumbre y las preguntas que genera, qué hora es, cuántas horas hemos dormido, esas cosas. Encima ahora dice la ciencia que es bueno, para nuestra salud, no cambiar la hora. Pues a por ello, que yo siempre he sido muy de la ciencia. Entre eficiencia energética y salud, debemos tenerlo claro, ¿no? Apostemos por una hora “común”, que simplifica y unifica nuestra rutina diaria. No toquemos el reloj. No esperemos a que lo sugiera el de las gafas amarillas, que supongo entretenido buscando el borde de la tierra.

El cambio de hora, especialmente el que llevamos a cabo en primavera, supone un desajuste muy brusco y violento en algunas de nuestras funciones más básicas, como son el sueño, la temperatura corporal y la (desmedida) liberación de hormonas. Y no estamos para que se revolucionen las hormonas. También nos provoca una especie de ansiedad, de fatiga, nos cabreamos más por menos, y nuestra cabeza funciona peor, más lenta.

Pero es que hay estudios que apuntan a causas más severas: aumento de infartos, accidentes de tráfico o problemas cerebrales. No nos sientan bien los cambios (tan forzados). Y no cambiar de hora garantiza una estabilidad entre el reloj y la biología. Nos rebaja, a largo plazo, el estrés. Ojo con eso. Es un pacto pacífico con nuestro entorno, por decirlo de algún modo. Y esto lo indica la ciencia, y no el de las gafas amarillas, que imagino muy ocupado buscando una cueva en la que pueda instalar luz roja.

Se acude con frecuencia a la economía para explicar y mantener los cambios horarios. Pero nuestras vidas no son una tabla de excel, aunque muchos lo pretendan. Y tengamos en cuenta, además, que para sectores como el transporte, la comunicación y el comercio, eliminar el cambio horario representa una simplificación de las operaciones a realizar. No hay que adaptarse a nuevos ciclos. Todo fluye, de manera natural. Y en cuanto a la excusa del ahorro energético, la teoría que inició esta medida ya no vale, porque nuestros hábitos de consumo han cambiado radicalmente, ya no son los mismos. El ahorro en iluminación, por ejemplo, se convierte en un mayor consumo en otros aparatos electrónicos o en sistemas de calefacción, haciendo que el beneficio económico sea irrelevante. El de las gafas amarillas llegará a creer que no está en el paleolítico y sí en el siglo XXI (esos milagros).

Hablamos de armonía, coherencia con nuestra biología y el entorno, de lógica natural, de rutinas más saludables. Hablamos de simplificar, de no alterar un orden ancestral, y de priorizar el interés social, humano, sobre el económico. Y si encima la ciencia señala que se reducen algunos problemas de salud, entiendo que no nos lo deberíamos pensar. Porque este cambio no parte de una frivolidad o de un capricho, sino de reconocer desventajas, y todo lo que sea ofrecernos una vida mejor, deberíamos pelearlo y reivindicarlo. Y el de las gafas amarillas que siga jugando al fútbol, y que los medios no sigan dándole pábulo a una voz y a unas teorías sin base científica. A diferencia de lo que sucede con el cambio horario.

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