HAY firmas que nos hacen detenernos ante una obra, aún antes de descubrir al autor. Sucede con un cuadro, un poema, entre las páginas de un periódico o frente al televisor, cuando se sabe convertir el apasionante oficio del periodismo en arte. Sucedió hace apenas un mes, frente a un reportaje en Canal Sur que nos conmovió sobremanera. El rigor histórico y la conjunción perfecta entre el guión y las imágenes era sencillamente insuperable. Los títulos denunciaron luego la labor de Antonio Ramos Espejo. Se trataba de Andalucía es su nombre, por el que ha sido galardonado con uno de los Premios Andalucía de Periodismo, otorgado asimismo a Ignacio Martínez por la serie Galería de Empresarios Andaluces -publicados en los nueve diarios del Grupo Joly-, otra forma de hacer arte que no pasa desapercibida.

La extensa e intensa labor de Ignacio comienza a resonar en este Sur del que nunca lo distanciaron los más de diez años como corresponsal de televisión en Bruselas, ni los distintos puestos de responsabilidad que ocupó más allá de Despeñaperros, hasta recalar en Málaga.

Con una forma de hacer periodismo inusual -para satisfacción de los Humanistas- logra acercarse y acercar a los lectores a personajes del mundo empresarial poco dados a opinar en los medios. A través de un estilo peculiar y nuevo, marcado sin embargo con algún matiz de aquel periodismo cordial de antaño, su trabajo va dejando valiosos legajos del pensamiento y las ideas que rigen los caminos socioeconómicos del Sur.

También el nombre de Antonio Ramos aparecía una vez más unido al de esta Andalucía, a cuyo servicio, en militancia fiel, valiente e inalterable, rinde sus excepcionales dotes intelectuales y su corazón en un amor compartido y repartido, quizá por igual, con el que profesa al periodismo. Como escritor, rescatando y proyectando a tantos hombres de luz que en esta tierra de Blas Infante han sido, desde Almutamid a Lorca o Carlos Cano. A través de su intachable trayectoria en el mundo de la comunicación, reivindicando, enseñando y abriendo puertas a columnistas y escritores, desde el diario granadino en donde Muñoz Molina comenzara, a los numerosos nombres que la prensa y la literatura cordobesa le deben. Aquí, como en cada redacción, despacho o aula por donde pasó, queda un halo de respeto, admiración y gratitud. Con estos dos nombres se premia el difícil arte de fundir corazón y razón que, sólo en algunos casos, puede llamarse periodismo de autor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios